Pensamiento grupal vs. pensamiento crítico

Hay espectáculos en la vida política moderna que producen sobresalto. Los consejos de ministros televisados me dieron duro. Pretendían ser ejemplo de transparencia, pero resultaron ser de cómo funciona el pensamiento grupal. Nietzsche decía cosas raras y con alguna frecuencia acertaba. Viendo esas sesiones lo recordé: "La locura es la excepción en los individuos, pero es la regla en los grupos".

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El psicólogo social Irving Janis publicó en 1972 un estudio sobre decisiones erróneas del Gobierno estadounidense en su política exterior; fueron víctimas de pensamiento grupal. Lo llamó en inglés groupthink, para recordar el doublethink que describió George Orwell en su conocida distopía 1984.

Según Janis, el pensamiento grupal surge cuando las personas están tan involucradas en un grupo cohesivo que la búsqueda de un consenso forzoso deja en segundo plano cualquier valoración realista de líneas alternativas de acción. Las decisiones resultantes son de baja calidad por presión social. Se pierde objetividad y se decide por una compulsión para evitar conflictos con el grupo.

Janis describe las condiciones para que se dé: aislamiento del grupo; alta cohesión y homogeneidad ideológica; instrucciones de un líder muy fuerte, y estrés proveniente de amenazas externas (como golpes de Estado imaginarios). Describe también algunos de sus síntomas: ilusión de invulnerabilidad; creencia en una moralidad superior inherente al grupo; visión estereotipada de los oponentes; capacidad de racionalizar inventando explicaciones aparentemente lógicas para decisiones absurdas; autocensura; presión directa a otros si se llegan a dar discrepancias, y un sistema que los 'protege' de informaciones diferentes a las propias.

Todo esto conduce, según Janis, al estudio incompleto de objetivos y de alternativas; fracaso en exámenes de riesgo; búsqueda pobre de información real; procesamiento subjetivo y tendencioso de las decisiones, y ausencia de planes de contingencia, los llamados 'planes B'. En definitiva se genera una ilusión de unanimidad, que es la peor enemiga del pensamiento independiente. Cualquier expresión de desacuerdo es recibida por el grupo, y sobre todo por el líder, como traición al ideario. Quienes disienten pueden rápidamente convertirse en enemigos con todos los estereotipos del malvado oponente, y al fin resultan más odiados que los 'enemigos viejos'.

Seguramente el mejor antídoto contra el pensamiento grupal sea el pensamiento crítico. Quienes hemos trabajado en educación lo vemos como la mayor aspiración y el indicador de éxito educativo. A veces, los dominados por el pensamiento grupal creen que están siendo críticos porque critican con dureza a sus oponentes. No saben lo que dicen; el pensamiento crítico es el que se ejerce sobre lo que uno mismo piensa; se trata de pensamiento crítico, no criticón.

Posiblemente su primer promotor haya sido Sócrates, y se ha venido usando –sin darle ese nombre– durante los últimos 2.500 años. El filósofo y educador John Dewey lo planteó a principios del siglo XX como objetivo de la buena educación. Edward M. Glaser escribió en 1941 Un experimento en el desarrollo del pensamiento crítico; pero en realidad no tiene dueños. En su escrito dice Glaser: "... el pensamiento crítico llama a un esfuerzo permanente para examinar toda creencia, o supuesta forma de conocimiento a la luz de la evidencia... requiere habilidad para reconocer los problemas, para encontrar medios apropiados para enfrentarlos, para recoger información pertinente... reconocer supuestos no fundamentados y reconocer las relaciones lógicas...".

Quien es capaz de hacer todo eso está armado contra los peligros del pensamiento grupal y la ilusión de unanimidad.