Como decía un zancudo en una playa, no sabe uno por dónde empezar. Hay mucho tema, pero hoy toca hablar de la "huelga general", que había convocado el Gobierno para presionar al Congreso, donde se debate la reforma laboral. Que, huelga decirlo, no lo fue, ni paro, ni protesta ni marchas, sino focos de vandalismo.
Otra vez, un atropello contra el ciudadano que sale a trabajar, a sus actividades, sus citas médicas, laborales, hasta al rebusque. Paradojas tiene la vida. Si era una marcha por un mejor trabajo, resultó contra la gente que trabaja.
Porque el vandalismo contra los semáforos, los bienes públicos, los bloqueos al transporte, todos son contra la gente, no contra el 'capital', señor presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), quien se mostró satisfecho porque "compañeros en las diversas localidades lograron realizar el bloqueo del transporte masivo, una de las tantas formas con las cuales veníamos a realizar el paro". Ya sé por qué llaman al trabajador "ciudadano de a pie".
Lo que se vio es que estas formas de locha están fatigando. Creo que aparte de que hay Amarga decepción, como cantó Orlando Contreras, o que ya no alcanzan los 'sanduchitos', el "ciudadano de pie" está cansado, ve que el camino son las instituciones. También sospecho, pecho, que ya fastidia el cohecho. Lo que estamos viendo nos pone a sudar petróleo. ¿Y cómo será lo que no vemos? La corrupción es espantosa. Y la gente lo siente.
Pero de esta huelga surgieron hechos trascendentales, que no pueden pasar inadvertidos. Vimos que la gente quiere trabajar y rechazó en varias ciudades el vandalismo, corrió a los violentos y estuvo al lado de las Fuerzas Amadas. Ojo a ese mensaje.
Que deje el embeleco de la consulta popular, que se le volvió un papa caliente y que costará casi un billón de pesos, mientras hay gente sin poder comerse ni una empanada.
En varias partes se gritó "fuera". Pero es emocionante, significativa y maravillosa la actitud de la señora Janeth Franco, muy franca y valerosa. Ella, una vendedora de empanadas, papas rellenas y chorizos en su puestico de la calle, en el barrio Verbenal de Bogotá, demostró que tiene más papas que muchos. Ella sola, armada de carácter y valor civil, con tono de mamá ofendida se enfrentó a los vándalos que estaban destruyendo el parque, incendiando llantas y enfrentándose a la policía, y les dijo que se fueran para el chorizo, que dejaran trabajar, que ella defendía a su policía y a su barrio.
"Les dije que eso no es manifestación sino vandalismo, que no más, que si no tienen madres y hermanos, que si sus papás saben dónde están. Piensen en ellos si les pasa algo a ustedes, muchachos", fueron algunas de sus palabras.
"Yo defiendo a mi policía, pues ellos nos protegen. Y defiendo mi trabajo y mi barrio, que es de todos". Qué sentido ciudadano y de pertenencia. Y, según le dijo a Noticias Caracol, vio que sus vecinos habían cerrado los negocios y les golpeó en sus puertas y los motivó a abrir, porque "no nos podemos encerrar".
Grandiosa lección de una mujer que defiende el derecho a las manifestaciones, como dijo, pero sin destruir. Y quien con su trabajo, desde las 6 o 7 de la mañana hasta las once de la noche, les paga universidad a sus hijos, paga un arriendo, sirve a sus vecinos y se hace querer y respetar.
Pero, además, es una mujer conciliadora. Que vaya al Congreso, a lo mejor convence al Gobierno de que la calle está agotada, que deje el embeleco de la consulta popular, que se le volvió un papa caliente y que costará casi un billón de pesos, mientras hay gente sin poder comerse ni una empanada.
Además, la reforma se está cocinando, sin atizarla con la lucha de clases. Este país ha enviado un mensaje que el Gobierno debe entender, pues se puede estar volteando la arepa bajo el humo de la campaña electoral. Señor Presidente, doña Janeth interpreta a millones, es hora de la conciliación a todo nivel.