Hace unos días me gradué del Programa Ejecutivo en Transformación Digital, liderado por Esic Business & Marketing School, Prestigio y Accenture. Durante cinco meses, exploramos herramientas, tecnologías y casos que están transformando la manera de hacer empresa. Pero lo que más me marcó no fue lo técnico, fue lo humano. En un mundo donde la inteligencia artificial (IA) ya garantiza productividad, surge una pregunta clave: ¿para qué sirve un líder hoy?
Ya no se trata de exigir más. La tecnología lo hace sola. El nuevo liderazgo implica transformar productividad en bienestar; liberar tiempo para que las personas vivan mejor; cuidar la sostenibilidad desde lo humano, no solo desde el Excel. Significa también estar presente, ser consciente y liderar con sentido.
Vivimos una experiencia transformadora. Ejecutivos de alto nivel, sin etiquetas, compartimos un viaje que nos cambió. En Medellín y Madrid entendimos que las jerarquías se desvanecen cuando hay propósito. Nos escuchamos, nos retamos y, sobre todo, nos conectamos desde lo esencial.
Uno de los momentos más simbólicos fue cuando tocamos instrumentos con la Filarmónica de Medellín. Improvisamos una sinfonía y descubrimos otra forma de crear armonía. Éramos directivos con partituras desconocidas, pero una sola energía. Ese día comprendimos que el liderazgo también se afina.
También reímos, compartimos historias poderosas, cantamos juntos La puerta de Alcalá y cerramos bailando en un bar. Porque el liderazgo también se canta, se celebra y se vive. Aprendimos que la transformación digital no solo pasa por procesos, sino por emociones, y que un equipo conectado desde la autenticidad puede lograr cualquier desafío.
El mundo necesita líderes que no teman integrar lo digital con lo emocional, lo tecnológico con lo humano.
Cuando supe que íbamos a terminar sin ceremonia, propuse tener un grado con alma. Porque creo profundamente que la felicidad es un estado, no un destino. Los momentos perfectos no se esperan: se crean. Y cuando se viven con presencia, se convierten en plenitud. Un pequeño gesto puede cambiar la energía de toda una experiencia.
Tuve el honor de dar el discurso de graduación en nombre de mis compañeros. Compartí una frase que sintetiza lo aprendido: "La IA no es el genio. El genio somos nosotros". Liderar hoy no es controlar, es liberar. No es tener todas las respuestas, es saber hacerse las mejores preguntas. No es imponer, es inspirar. Es humanizar la tecnología para que ésta potencie lo mejor de cada uno.
Este programa no solo nos entregó herramientas, nos entregó red, propósito, comunidad. Nos recordó que la transformación comienza adentro y que el cambio real ocurre cuando se alinea el propósito con la acción. Hoy no solo cerramos un ciclo: comenzamos una tribu de líderes conscientes que seguirán creciendo, colaborando y celebrando. Porque el mundo necesita líderes que no teman integrar lo digital con lo emocional, lo tecnológico con lo humano. Porque los contenidos se olvidan, pero los encuentros… esos quedan.
Y si algo nos llevamos de esta experiencia es esto: la revolución digital más poderosa es la que empieza en el alma del líder.
* Presidenta Corporación Colombia Internacional (CCI) y capitana Mujer Rural Women in Connection, WIC