Soltemos la perfección

Con frecuencia, cuando converso con otras mujeres que están construyendo su camino profesional –especialmente las más jóvenes– surge una pregunta: “¿cómo haces para mantener el balance y lograr el éxito?”, siendo mamá, ejecutiva y líder al mismo tiempo.

Mi respuesta puede sonar poco glamorosa, pero es profundamente honesta: no hay un secreto ni una fórmula mágica. Y, en realidad, creo que deberíamos dejar de buscar ese “balance” perfecto que tanto nos han hecho creer que necesitamos alcanzar. Soy una convencida de que hay que redefinir el éxito y que hay que soltar la perfección.

Esa expectativa –la de ser equilibradas y perfectas en todo– recae de forma desproporcionada sobre las mujeres y, muchas veces, se convierte en una carga silenciosa. Una presión que nos exige ser profesionales impecables, madres ejemplares, parejas presentes, amigas incondicionales y, además, estar siempre impecables. ¿Cómo se supone que logremos todo eso al mismo tiempo?

Según la ONU, las mujeres dedican en promedio 2,5 veces más tiempo que los hombres a las tareas domésticas, cuidado del hogar y cuidados no remunerados. En América Latina esta brecha es aún más profunda. El resultado es que eso genera menor participación en el mercado laboral, menor bienestar, menor tiempo para nosotras mismas.

Y mientras tanto, el modelo de “éxito” que nos venden sigue siendo rígido, limitado, uniforme. Pero la verdad es que no hay una única definición de éxito, ni debería existir. No deberíamos sentirnos obligadas a seguir un molde, sino a buscar la felicidad.

El éxito es personal, dinámico y profundamente íntimo.

Para algunas, puede ser liderar una empresa. Para otras, tomarse una pausa. Para otras más, ser 100 % responsables del cuidado de la casa y de quienes habitan en ella. Y todo eso es válido, todas son formas de éxito.

Por eso, hoy las invito a redefinir el éxito en sus propios términos. A dejar atrás esa presión de ser perfectas en todo. A entender que no podemos con todo –y que no tenemos que poder–. A poner límites, pedir ayuda, a tomar pausas. A decir que no, sobre todo a decir que no más veces que sí. A hacer una cosa a la vez. A priorizar nuestro bienestar del cuerpo y del alma. A sacar tiempo para lo que verdaderamente importa.

A hacer lo que nos hace felices. Porque al final del día, vivir fieles a lo que nos hace bien y nos da sentido... eso ya es más que suficiente.

Para mí, en la cuarta década de la vida, tener éxito y ser feliz es, en el fondo, enfocarme en tener hijos emocionalmente sanos y felices, desarrollar mi carrera profesional con un propósito claro, mover mi cuerpo, cuidar de mi alma, disfrutar y encontrar espacios para estar con las personas que quiero. Tener paz.

Hoy pienso que el éxito no es cumplir expectativas externas, sino vivir en sintonía con lo que realmente nos importa. El verdadero éxito no se mide con logros visibles, sino en bienestar, conexión y paz interior.

Esa es mi definición de éxito, y hoy la comparto contigo, convencida de que debemos soltar la perfección y buscar más felicidad.