La han llamado "guerra contra el conocimiento". Un regreso a tiempos oscurantistas.
El blanco reciente más notable es la Universidad de Harvard, objeto de una serie de medidas de la istración Trump que afectan sus finanzas, con enormes consecuencias que desbordan el campus norteamericano, y más allá del terreno de la educación.
A comienzos de abril, Harvard fue conminada a tomar un buen número de reformas, so pena de ver cortados los recursos que la universidad recibe del gobierno federal. Son exigencias dirigidas a intervenir en los procesos de selección de profesores y estudiantes, y en los mismos programas de enseñanza. El gobierno de Trump justificó sus demandas con razones de "antisemitismo" y "captura ideológica".
Harvard rehusó someterse a las demandas gubernamentales, que considera ilegales e injustificadas.
Las subsiguientes medidas contra Harvard no solo amenazan la vida interna de la universidad, y el principio de la libertad académica, sino que mantienen en incertidumbre a miles de estudiantes extranjeros. Amenazan, además, importantes campos de investigación científica dirigidos a "salvar vidas americanas, promover el éxito americano, preservar la seguridad americana y mantener la posición de liderazgo americano en innovación" (complaint de Harvard ante la Corte de Massachusetts, 21/4/2025).
El énfasis en el impacto interno sirve para ilustrar la naturaleza contraproducente de una política adelantada por un gobierno identificado con el discurso nacionalista de la supremacía americana. Pero es claro que las repercusiones en el área investigativa se sentirán en todo el mundo, como puede ser el caso al afectarse el desarrollo de drogas para combatir los males de Alzheimer y Parkinson.
El ataque contra Harvard es sumamente simbólico.
Simon Shama ha mostrado cómo los ‘ataques contra Harvard y otras universidades’ son ‘autodestructivos’
y contradicen el espíritu estadounidense desde sus raíces fundadoras.
Lo es históricamente, pues Harvard es la universidad más antigua de Estados Unidos. La constitución de Massachusetts de 1780 le dedicó un capítulo, mientras reconocía la "necesidad" de la "sabiduría y el conocimiento" para "preservar los derechos y las libertades" del pueblo.
Simon Shama ha mostrado cómo los "ataques contra Harvard y otras universidades" son "autodestructivos" y contradicen el espíritu estadounidense desde sus raíces fundadoras. Más que ataques a unas particulares instituciones, son asaltos, en palabras de Shama, contra el "conocimiento". Ello se ve reflejado en medidas contra instituciones como el Smithsonian; o contra revistas de investigación científica hasta en el área de la salud.
"Sovietismo puro", observa Schama, al advertir sobre los nefastos efectos de las "autocracias del conocimiento". (Financial Times, 26/4/2025).
Una de las exigencias específicas del Gobierno a Harvard es cerrar "inmediatamente todos los programas de diversidad, equidad e inclusión". Demanda central que, según Thomas Chatterton Williams, "personifica una característica definitoria de la istración Trump": lanzar una "cruzada" contra la cultura woke con propósitos reaccionarios, antiprogresistas y antiliberales (The Atlantic, 15/4/2025).
En su complaint ante la Corte de Massachusetts, Harvard rechazó los fines gubernamentales de "microgerenciar" la institución que amenazan su capacidad para "lograr avances médicos, descubrimientos científicos y soluciones novedosas". Su presidente, Alan M. Garber, había advertido que las acciones gubernamentales tendrían "graves consecuencias en la vida real para pacientes, estudiantes, profesores, investigadores y la posición de la educación superior americana en el mundo".
Al enfrentar a Trump, Harvard ha enviado un importante mensaje de defensa de las libertades académicas, con resonancia internacional.