Las consecuencias de la estrategia arancelaria de Estados Unidos condujeron a los países y las regiones a redefinir sus orientaciones en desarrollo y sostenibilidad. ¿Qué hacer con sus mercados internos? ¿Cuál es en realidad su oferta exportable para lograr la anhelada diversificación? ¿Cuál su posibilidad de sustituir importaciones en un mundo irremediablemente interconectado?
La respuesta parecería obvia. La inversión para fortalecer la formación bruta de capital es la condición sine qua non para responder a la creación de nueva oferta interna, exportaciones, incorporación de progreso técnico y desarrollo de la capacidad humana.
En ese contexto parecería fundamental analizar los limitantes para Latinoamérica y Colombia para lograr el al financiamiento en la banca multilateral y regional.
Haciendo abstracción de los recursos privados multinacionales, es evidente que los principales financiadores son el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. La composición accionaria de estas instituciones significa que países como Estados Unidos, Japón y la Unión Europea tengan una participación mayor del 51 % y, por lo tanto, determinan la formación de sus juntas de gobernadores y la toma de decisiones.
Estados Unidos, con el 16,75 % de la participación en el FMI, conserva el denominado poder de veto sobre las decisiones más importantes, las cuales se aprueban con un 85 % de los votos. Situación equivalente se da en el BM, donde EE. UU. participa con el 15,51 % de la composición accionaria.
El FMI tiene, como característica fundamental, no solo su papel como financiador, sino el análisis de las políticas macroeconómicas de los países , esencialmente en materia de sostenibilidad fiscal, monetaria y cambiaria, lo que implica que el al financiamiento se encuentra sujeto a la denominada “condicionalidad” y la exigencia de cumplimiento de las metas que se establezcan.
La situación en los bancos regionales es diferente. En el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), los países latinoamericanos y del Caribe poseen más del 50 % del capital y Estados Unidos no tiene poder de veto. En el Banco de Desarrollo de la América Latina y el Caribe (CAF), la tercera parte de los países latinoamericanos y del Caribe, más España y Portugal participan con más del 51 % y EE. UU. no tiene ninguna participación.
Adicionalmente, una alternativa al financiamiento de proyectos de desarrollo sostenible y proyectos de infraestructura es el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), fundado por los países Brics, al cual Colombia ha solicitado recientemente la incorporación.
¿Puede la banca regional y la de los Brics sustituir las fuentes crediticias necesarias para el desarrollo de una nueva oferta de inversión real? La respuesta es no. Sus limitaciones financieras y de son evidentes. Complementariamente, pensar en escoger una alternativa, como la de China o algunos de los Tigres Asiáticos, donde la orientación del ahorro interno para la inversión fue la estrategia, es realmente factible.
En esencia, la política arancelaria del Gobierno norteamericano ya cumplió con su objetivo. Destrozó la confianza en el sistema multilateral en la circulación libre de las mercancías, lo cual significó eliminar de facto la seguridad jurídica, así como dejar inoperante el órgano de Solución de Diferencias de la OMC.
Por su parte, los tratados de libre comercio con Estados Unidos parecerían en el tópico descrito heridos de muerte. No así sus componentes en materia de protección de inversiones y propiedad intelectual. Hoy, los aranceles y las medidas para arancelarias se multiplican en el mundo. Se redefine la geoeconomía global y se favorece la creación de nuevos bloques económicos.
¿Cómo reconvertir nuestras economías para adaptarse a un mundo en permanente incertidumbre? He ahí el verdadero dilema, los aranceles son tan solo el velo que nubla el entendimiento.