El 23 de mayo, el Gobierno consumó la decisión más infame y traicionera de sus tres años en el poder. Con la Resolución 161 de 2025 se creó una zona franca para el narcotráfico, ubicación que entrega más de 2.000 kilómetros cuadrados del territorio a un grupo de delincuentes del frente 33 de las disidencias, responsables de masacrar a la población civil del Catatumbo.
Durante siete meses, este engendro de la ineptitud gubernamental abandona a su suerte a miles de colombianos, dejándolos a merced de asesinos, mientras el país se hunde en el caos. ¡Qué vergüenza, señor Presidente!
Esta decisión no solo confirma el rotundo fracaso de su ‘paz total’, sino que expone su doble moral. Durante su campaña, prometiendo un proceso integral, criticando los acuerdos fragmentarios de gobiernos pasados. ¡Mentira! Ahora, en un acto de cinismo insoportable, negocia con una minúscula facción de las disidencias –menos del 10 por ciento de sus – para maquillar su incapacidad de controlar el conflicto. ¿Es este el “liderazgo” que nos vendió? ¿O es que simplemente le quedó grande y prefiere arrodillarse ante los criminales?
Pero el escándalo no termina ahí. Esta zona, ubicada en la frontera con Venezuela, abre las puertas al tráfico de armas, personas y drogas a una escala nunca antes vista, mientras el Gobierno mira para otro lado. ¿Será que Petro está tejiendo una red de aliados narcotraficantes para el próximo proceso electoral? La sospecha crece cuando recordamos cómo la destitución de la anterior ministra de Justicia, incómoda por su rectitud, coincide con el resurgir del infame “Pacto de la Picota 2”. ¿Es este el precio de su ambición desmedida?
El Catatumbo, antes bajo el yugo del Eln, ahora es un botín para el frente 33 y su líder, Andrey Avendaño, el nuevo “consentido” de Petro. Esta política de seguridad selectiva no solo fortalece a las disidencias del ‘Estado Mayor Central’, sino que entrega territorios en disputa a grupos al margen de la ley como si el país fuera un tablero de ajedrez para sus experimentos fallidos. ¡Basta de hipocresía! La historia se repite: como en el nefasto Caguán, donde las Farc gobernaron 42.000 km² –equivalentes a Suiza– durante tres años, ahora Petro repite el error, pero con un giro aún más siniestro: un corredor fronterizo que enriquece a los criminales con narcotráfico, minería ilegal, extorsión y secuestro.
Y esto es solo el comienzo. Petro planea una cascada de negociaciones fragmentarias con facciones mínimas de disidencias, como las lideradas por Walter Mendoza, entregándoles control territorial a cambio de nada. ¿Nada? ¡Qué va! Estos grupos reciben miles de millones que usan para armarse, ganar terreno al Eln y crear corredores de movilidad, mientras el
Gobierno vende la ilusión de paz. ¿Cuál paz, señor Presidente? ¡Es una paz para narcotraficantes y un cementerio para los colombianos!
La indignación estalla cuando vemos que estos acuerdos no exigen desmovilización ni entrega de armas, solo una participación simbólica que justifique las decisiones de Petro. ¿Será que el Estado colombiano ya se rindió por completo al narcotráfico? Con políticas fallidas, cero ejecución y escándalos de corrupción que apestan, ¿planea ahora usar a estas fuerzas armadas ilegales como títeres para manipular las elecciones? La soberanía nacional se desangra, y el pueblo, instrumentalizado como carne de cañón, paga el precio de la ambición de un gobernante que parece más interesado en su ego que en la seguridad de los suyos.
¡Despertemos, Colombia! El Catatumbo es solo el prólogo de una pesadilla que amenaza con tragarnos a todos.
P. D. El ministro de Salud se hunde en el fango de la corrupción: nombramientos de familiares, hospitales convertidos en fortines políticos y denuncias que apestan a desfalco. ¿Será que por eso prefieren guardar la plata bajo los colchones en lugar de los bancos? El efectivo es la felicidad de los delincuentes.
LUIS FELIPE HENAO