Resulta incomprensible que a estas alturas TransMilenio, el sistema masivo de transporte público de Bogotá, caiga en el error de no suministrar la flota necesaria para movilizar a sus ciudadanos. Nos referimos en particular a lo sucedido recientemente con los hinchas de Millonarios y los asistentes a la edición del festival Rock al Parque.
Ambos eventos –se sabe de sobra– congregan a miles de personas que después de disfrutar de cada espectáculo salen en busca de transporte para llegar a sus casas. Y lo mínimo que esperan es que la ciudad les responda.
Pero lo que sucedió fue todo lo contrario. La gente vivió un verdadero drama a la hora de movilizarse y la razón era que TransMilenio había suspendido el servicio por la hora, esto es, cerca de la medianoche.
Lo propio sucedió en Rock al Parque. Allí, si bien la flota operó hasta más allá de la una de la madrugada, la gente reclamó por la escasez de buses. Según TransMilenio, era la primera vez que se extendía el servicio y achacó a la alta cogestión la demora en la llegada de las rutas zonales.
El lunar, sin embargo, corrió por cuenta de los s, que en masa decidieron colarse en las estaciones con tal descaro que ninguna autoridad pudo controlarlos. Adicionalmente, vandalizaron algunos vehículos. Según la empresa pública, los colados sobrepasaron las 17.000 personas.
No es así como se resuelven las cosas. Colarse en el transporte público no lo va a hacer mejor y sí ocasiona millonarias pérdidas para el sistema. Esa cultura del no pago hay que erradicarla por completo y en eso la ciudad sigue en deuda. La escasez de buses no puede llevar al hurto ni a la agresión.
Dicho esto, Bogotá y su empresa deben replantear mejor sus estrategias de movilidad en eventos de esta envergadura. Extender horarios, garantizar la flota de buses, priorizar la movilidad y seguridad alrededor de los escenarios e, incluso, pensar en tarifas diferenciales son tareas que deben pensarse antes para no tener que lamentarse después.