La noche de este martes 18 de julio fue luctuosa para Colombia. Esta vez, una avalancha causada por el desbordamiento de cuatro quebradas, en el sitio El Naranjal, en Quetame (Cundinamarca), se llevó en su infernal paso varias viviendas, causó la muerte de 15 personas, dejó seis heridas y nueve siguen desaparecidas.
En cada ocasión que la naturaleza golpea de manera tan brutal, inevitablemente vuelven a la mente de los colombianos las imágenes de otras tragedias, de mayor o menor gravedad, pero todas dolorosas. No tan lejano, cómo olvidar Mocoa, por ejemplo, la noche del 31 de marzo de 2017, que dejó 333 muertos, centenares de heridos y miles de damnificados. Y cómo ignorar que hoy las obras de reparación están aún en etapas penosas de ejecución.
Estas tragedias traen siempre inmenso dolor, pues dejan unos dramas familiares conmovedores. Quetame no es la excepción, desafortunadamente. Es el caso de la familia Viracachá, que llora a cuatro de los suyos. Liliana Cruz, Wilson Viracachá y sus hijos Dylan Samuel y Stefy Carolina –esta última, una niña que soñaba con ser campeona de patinaje y ya mostraba su talento– perdieron allí la vida. Para sus deudos y los de los demás seres que se llevó este nuevo embate de la naturaleza, lo primero tiene que ser hacerles sentir la solidaridad general. Ellos necesitan acompañamiento y toda la ayuda oficial requerida. Porque muchas veces la otra tragedia es el olvido.
Urge centrarse también en las soluciones a corto plazo para que esta emergencia afecte lo menos posible el comercio de los Llanos.
Y, desde luego, sirva este tremendo episodio no solo para conmovernos sino para emprender acciones. Lo primero es saber dónde vivimos y a qué estamos expuestos. Según la Unidad de Gestión del Riesgo, entre 2019 y 2022 las avalanchas y los deslizamientos se han cobrado la vida de 361 personas, 414 sufrieron heridas y 25.960 familias resultaron afectadas. Un dato que tiene que sacudir la conciencia nacional. Las autoridades deben extremar medidas, y los ciudadanos, atender las alertas tempranas. Porque, como lo dice la jefa de la Oficina de Alertas y Pronósticos del ldeam, mayor Diana Carolina Rueda, aunque esté El Niño, no significa que se vayan a eliminar las precipitaciones. El invierno está aquí.
Y es urgente tomar medidas. En ese sentido, es razonable la frase del presidente Petro: “La muerte que llega a Quetame, Cundinamarca, demuestra la imperiosa necesidad de ordenar el territorio alrededor del agua y liberar sus espacios en los planes POT de los municipios. Alcaldes y alcaldesas deben priorizar este principio”. Tiene que ser, además, una política de Estado. Es costoso reubicar a millares de personas, pero hay que prevenir, y evitar que se siga construyendo al capricho cerca del agua. Y que se siga destruyendo el bosque que sostiene la capa vegetal.
Por lo pronto, urge centrarse también en las soluciones a corto plazo para que esta emergencia afecte lo menos posible el comercio de los Llanos Orientales, pues por mayores esfuerzos que se hagan, se cree que no habrá vía antes de unas tres semanas. La magnitud de los daños viales es grande. Está bien el puente aéreo que anunció el Presidente, y urge que las vías alternas tengan un mantenimiento oportuno. Hay que actuar, pues aquí los afectados podemos ser todos los colombianos.
EDITORIAL