Al igual que ocurre con muchos otros asuntos, la inteligencia artificial es una de esas cosas de las que mucha gente suele hablar, aun sin saber cómo funciona, ni para qué sirve. Y mientras que unos la consideran una tabla de salvación, para otros no deja de ser una amenaza, aunque no sepan explicar muy bien por qué.
En fin, más allá del bando en el que uno se encuentre, es innegable que la IA es uno de los temas de moda, y no es raro ver cómo se roba el show en reuniones familiares o sociales y, por supuesto, en los espacios de trabajo, donde algunos la observan con recelo, no pocos la mencionan con suspicacia y muchos la miran de reojo y con desconfianza, pues presumen que por culpa de ella, muchas personas pueden quedarse sin trabajo. Tampoco faltan los que, en una actitud que combina la arrogancia con la ignorancia, prefieren recurrir al autoengaño y tratan de actuar como si la IA no existiera, con la vana esperanza de que no los toque nunca. Pues a unos y otros les tengo dos noticias: una buena y una excelente.
La buena es que la inteligencia artificial llegó para quedarse, y cada día su uso se extiende más; no solo en el ámbito de los negocios, la ciencia y los servicios, sino en las actividades de esparcimiento, en el mundo del espectáculo y del entretenimiento; es decir, ya no la podemos marginar de nuestra vida cotidiana.
Y mejor que la noticia anterior es el hecho de que, contra todas las prevenciones y falsas profecías acerca de la destrucción de puestos de trabajo por cuenta de esta nueva tecnología, lo cierto es que no hay evidencia de que la IA esté provocando un desempleo masivo. Así lo reportaba la semana pasada The Economist, en un informe en el que decían que a pesar del miedo que se ha generado tras la incursión de la IA en el mundo laboral, los datos desmienten esa falsa alarma. Es más: este semanario cita un estudio de la Universidad de Oxford, según el cual, a pesar de que la demanda de traductores ha disminuido debido a la automatización, en Estados Unidos el empleo en labores de traducción ha aumentado un 7 %. En el artículo también es mencionada una empresa de tecnología y finanzas que, a pesar de que sacaba pecho por la incorporación de la IA para su servicio de atención al cliente, luego tuvo que aclarar que sus s siempre iban a tener la posibilidad de hablar con un humano.
La tecnología nos ha abierto interesantes caminos para explotar el talento y la creatividad, y aprovechar mejor el tiempo.
Es más, de acuerdo con esta revista, a nivel global las tasas de desempleo siguen siendo bajas, y en áreas supuestamente "vulnerables" como las ventas, las finanzas o las servicios istrativos, el empleo, en vez de caer, ha crecido levemente.
Esta publicación atribuye esta situación a dos probables razones. En primer lugar, son pocas las empresas que le encomiendan tareas clave a la IA (en Estados Unidos, no llegan al 10 %). Y, por otra parte, la IA se está usando más para complementar las labores de los trabajadores que para reemplazarlos.
Y aunque The Economist no desestima la preocupación ni el nerviosismo que afecta a muchos en todo el mundo, concluye que el "apocalipsis laboral" ocasionado por la inteligencia artificial todavía no ha llegado, y advierte que quizás nunca se produzca.
La experiencia que he tenido con la tecnología me lleva a coincidir en buena medida con las apreciaciones de la revista, pues en los casi 40 años que llevo en salas de redacción, estudios de televisión y de radio, la incorporación de nuevas herramientas y la digitalización o automatización de muchos procesos, en vez de perjudicarnos, nos han abierto interesantes caminos y nos han brindado nuevas posibilidades para explotar el talento y la creatividad, y aprovechar mejor el tiempo.
No creo que la IA vaya a ser la excepción, y por eso, lejos de temerle, tenemos que convertirla en una aliada.