Circula por las inagotables redes sociales un video tomado de Inside the Actor’s Studio, el programa de entrevistas que conducía James Lipton, en el cual el icónico actor norteamericano Gene Hackman tiene que respirar hondo cuando le preguntan por el día en el que su padre lo dejó para siempre: "Solo han pasado 65 años", bromea, con los ojos aguados, cuando nota que sigue recordando con suma precisión la última vez que se vieron. Se ha vuelto viral ese fragmento de la conversación, claro, porque Hackman ha muerto a los 95 años y es tiempo de recordar su extraordinario talento, su fuerza y su vulnerabilidad.
Podría decirse que Hackman, que oyó su vocación a los diez años, sobrevivió a una familia cercada por las tragedias y se hizo a pulso desde los años sesenta, es uno de los más grandes actores de la historia del cine: basta hacer un somero recorrido por su filmografía, Bonnie and Clyde, o en Francia, La aventura del Poseidón, La conversación, El joven Frankenstein, Superman, Un puente lejano, Bajo fuego, Mississippi en llamas, Los imperdonables, La firma, Get Shorty, La jaula de los pájaros, Los excéntricos Tenenbaums, para comprender no solo que su rango interpretativo era enorme, sino que su presencia segura, creíble, con los pies en la tierra, se encuentra en números clásicos del cine moderno.
Su fallecimiento sigue siendo un misterio. Su cuerpo fue hallado días después de su muerte en una habitación a unos pasos de un baño en el que se encontraba el cadáver de su esposa desde finales de los ochenta, la pianista Betsy Arakawa, treinta años menor que él, pero lo único que ha podido determinar la policía de Nuevo México –donde vivía una vida tranquila alejada de Hollywood– es que su marcapasos dejó de funcionar el 17 de febrero. Se trata, sin duda, de un final dramático. Y, mientras se esclarece, ha puesto al mundo entero a volver la vista sobre un actor inolvidable.