En marzo de 1995, cuando empezaba a hablarse de la histeria del cambio de milenio, y se iban apilando los vaticinios apocalípticos, el escritor colombiano Gabriel García Márquez respondió a los tiempos con la creación de una organización destinada a promover el buen periodismo de la región y, de paso, a defender los valores de la democracia. Se llamó la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano. Y este mes, convertida en la prestigiosa y querida Fundación Gabo, que desde el principio ha liderado el generoso Jaime Abello Banfi, está cumpliendo 30 años de recordarles a los reporteros que no están solos en la tarea de contar lo que está sucediendo a lo largo y ancho del mundo.
García Márquez siempre creyó en el trabajo de taller, línea por línea, párrafo por párrafo, que suele suceder en las salas de redacción. Pero también vivió convencido, como Abello Banfi, de la importancia de poner sobre la mesa el asunto de la ética periodística. La Fundación propuso desde el comienzo el Premio Nuevo Periodismo que ha llegado hasta estos días convertido en el Premio Gabo, pero también el Programa de Ética Periodística, que sigue siendo unos de los ejes de su tarea. Celebrar estos 30 años de labores es celebrar su vocación a reivindicar a tantas voces valientes que denuncian sin bajezas, que critican con altura, que cuentan los hechos sin agendas ocultas.
De 1995 a 2025 han sucedido un par de generaciones que han crecido en un mundo nuevo que ha sido transformado, de modos abruptos e innegables, por las tecnologías, pero la Fundación Gabo ha redoblado sus esfuerzos y sus herramientas para estimular un periodismo que sepa servirles a las sociedades en crisis y sepa contarles lo que está pasando a las nuevas audiencias. Felices 30 años, querida Fundación Gabo, que sea esta la oportunidad para agradecer la persistencia y el amor por el empeño de narrar lo que nos pasa.