El laboralista Adam Seth Litwin lo resumió en un estupendo ensayo en ‘The New York Times’: “¿Quiere salvar su trabajo de la inteligencia artificial?”, tituló, “entonces Hollywood acaba de mostrarle cómo hacerlo”. El sindicato de escritores de los Estados Unidos (WGA son sus siglas en inglés) ha llegado a un trato “excepcional” con las plataformas de ‘streaming’ y los estudios después de 146 días de huelga.
Las nuevas normas de contratación hablan de restricciones serias al uso de la inteligencia artificial en la creación de relatos, de la transparencia de las plataformas a la hora de repartir las ganancias y de un aumento en las regalías. Y se han convertido en un ejemplo para resolver los vacíos que trajeron las nuevas tecnologías, en los acuerdos entre ciertos trabajadores y ciertos empresarios.
Es la segunda huelga más larga de la WGA después de la de 1988: comenzó al mediodía del martes 2 de mayo y terminó al mediodía del miércoles 27 de septiembre de este año, y por el camino renovó el concepto de piquete y dejó en vilo a muchas producciones que se negaron a seguir adelante sin sus escritores. En las últimas dos semanas, las negociaciones entre las partes se intensificaron hasta dar con un acuerdo tentativo –aplaudido con alegría por el presidente Biden– que luego fue ratificado por el sindicato. Quedó la sensación de que un sector que tiene la atención del mundo entero había conseguido un trato ejemplar, justo a tiempo, en vez de entregarse a ese anunciado futuro distópico que será terrible para el talento humano.
El sindicato de actores (SAG), que se sumó a las manifestaciones en solidaridad con sus cocreadores, no ha llegado aún a un acuerdo con las cabezas de los estudios, pero ha anunciado que retomará las conversaciones este lunes. Se espera que muy pronto sean despejadas las sombras. Y que la industria salga más fuerte y más justa de semejante entuerto.
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