“Mami, tengo que contarte algo. Todo lo que tú sospechabas con el director de la banda de guerra era cierto, y sucede desde que yo tenía 11 años”. Temblando, con la voz entrecortada, estas fueron las palabras que Susana*, de 16 años, le dijo a su mamá. Era la historia de un abuso.
Diana Marcela Bermúdez Montaña, de 36 años, confiesa que “se le vino el mundo encima” y que no sabía si reprenderla o salir corriendo a buscar al agresor de su hija, el amigo de la familia, el director de la banda de guerra donde estudiaba, la persona en quien había depositado toda su confianza.
El 25 de mayo de 2022, un telón se abrió frente a sus ojos. “Yo conocí al agresor de mi hija cuando ella estaba en primaria y estudiaba en el colegio Niño Jesús. Ahí sí hubo rumores contra él cuando era instructor de la banda marcial por una supuesta relación con una estudiante, pero esa denuncia nunca prosperó porque dijeron que todo había sido consentido”.
Para el 2018, Susana ingresó a grado sexto en un colegio público de Soacha. “Ahí es cuando ella me dice que quiere pertenecer a la banda de guerra. Yo le dije que sí, pero lo que no sabía es que, a esa edad, el director de esta le comenzó a decir que era una niña muy linda. Ella ya empezaba a tener un cuerpo de señorita”.
El agresor ya había analizado a su víctima. Hija de una madre cabeza de familia, ocupada, ingenua, con más hijos y con problemas económicos. “Y yo que nunca quise tener otra pareja precisamente para evitar que esto le pasara a mi niña”.
El instructor solía decirle a la estudiante que si le pasaba algo, podía confiar en él, ser algo así como una especie de confidente. “Mi hija me contó que comenzó a enamorarla, a tener detalles con ella. Luego supe que así operó con muchas más estudiantes”.
La razón por la que Diana no actuó en ese momento es porque este hombre no solo era el instructor de su hija, sino su colega y además amigo de la casa, habían trabajado juntos en pandemia en labores de mensajería. “Yo soy contadora y dicto clases a estudiantes de programas del Sena. Confiaba en él y los estudiantes lo respaldaban porque encontraban en él empatía”.
En ese momento, esta mujer volvió a enterarse de una denuncia de dos estudiantes contra el director de la banda por acoso y abuso sexual, pero esos casos tampoco prosperaron. “Esa vez fue la rectora quien denunció, pero todos metían las manos al fuego por él y tampoco pasó nada. Todos creíamos que eran señalamientos injustos”.
Pero lo cierto es que este hombre, según Diana, sabe exactamente cómo enamorar a sus estudiantes. “Se gana su confianza, las enamora y así logra que accedan a sus caprichos sexuales”.
Los abusos
Susana, sufriendo, fue narrando con detalle cómo comenzó todo. Dijo que en el grado sexto su profesor de la banda le decía que no había otra niña tan bonita y especial como ella. “Le decía a mi hija que ella tenía una madurez que no correspondía a su edad y que eso le gustaba”.
Luego, tras su ingreso a la banda y al demostrar habilidades para manejar los bastones le pidió ayuda para darles clases de su técnica a otros estudiantes. Eso hace que tenga más encuentros con el docente. “Con 12 años ya comenzaba a darle besos. Pero tras una denuncia de otro caso se quedó quieto con mi hija”.
Pero cuando Susana cumplió 13 años, su mamá decidió celebrarle su cumpleaños con sus compañeros de la banda en la casa de uno de ellos. “Mi hija me contó que aquella vez él estaba ahí y que fue la primera vez que le hizo una insinuación directa. Le dijo que quería tener algo con ella y que ese iba a ser su secreto. Le vendió la idea de que ella era la niña especial”.
Mi hija me contó que aquella vez él estaba ahí y fue la primera vez que le
hizo una insinuación directa. Le dijo que quería tener algo con ella y que ese iba a
ser su secreto.
Susana pensó que era su primera relación seria. Solo tenía 13 años. Luego llegó la pandemia y durante esos años el docente y la niña interactuaban a través de chats y se mandaban fotos y videos. “Él le mandaba imágenes, yo digo que eso es pornografía, y claro, mi hija también accedió a lo mismo”.
Durante los pocos eventos presenciales que se llevaron a cabo en esa época, Susana contó que él la tocaba en los buses y que incluso, una vez, la llevó a su casa e intentó llegar más lejos en el parqueadero. “Mi hija dice que no permitió el acto sexual porque sintió miedo”.
Cuando se empezó a normalizar la situación y los jóvenes regresaron al colegio, Susana ya tenía 15 años. “Ella regresa a la banda y se retoman los ensayos presenciales. Es ahí donde todo se torna peor. Le exigía a mi hija que le hiciera sexo oral dentro del colegio y ella accedía. Estaba totalmente manipulada. Él sí me preguntaba mucho por mi hija, pero no tuve malicia y cuando sospeché ella lo negó todo. Yo le creí”.
Los sueños en la cabeza de la estudiante se comenzaron a derrumbar cuando se enteró, por boca de una amiga, que ella también tenía una relación más allá de lo artístico con el docente. “El tipo comenzó a criticar a mi hija por su forma de vestir, por su físico. Ella dejó de comer, de creer en Dios, peleaba conmigo, cambió mucho”.
El cambio
Los cambios de comportamiento del profesor abrieron una herida profunda en Susana. “El 26 de mayo, mi hija me dijo que no quería volver nunca más a la banda. Yo no lo podía creer”.
Dos días después, la niña decide acabar todo vínculo con su agresor. “El tipo le dice que ella había confundido todo, que él nunca le había ofrecido una relación sentimental, que ella había involucrado sus sentimientos y que él solo quería pasarla bien”.
Pero como la joven era líder de bastones trató de retenerla. “Igual se salió. A mí me quedó la espinita y le pregunté al profesor, pero me salió con la excusa de que el lío de ella era con otro chico”.
La siguiente escena que presenció Diana fue la de ver entrando a su hija a la casa llorando. “Ese día lo supe todo. Inmediatamente llamé a la coordinadora de convivencia y le dije que necesitaba hablar con ella. Me dijo que sabía de que se trataba. Una compañera de mi hija le había contado todo”.
Al llegar, el colegio la instó a llenar una serie de formularios dirigidos a la Fiscalía, a la Policía de Infancia y Adolescencia y al Bienestar Familiar. Solo en ese momento se activó el código blanco. “Luego mi hija fue valorada en el Hospital Mario Gaitán Yanguas, en Medicina Legal, por la Policía de Infancia y Adolescencia y por el ICBF”.
Una pediatra que la revisó corroboró que sí tenía desgarro producto de los abusos. “La remitieron con una trabajadora social y a psicología. Luego me dijeron que había que colocar el denuncio en la Fiscalía y así lo hice el 27 de mayo de 2022”, contó Diana.
El delito que quedó consignado fue carnal violento y abuso en menor de 14 años agravado. “Él ya sabe que yo lo denuncié, pero ha sido una pesadilla porque como tiene tanto poder sobre los estudiantes los pone en su contra, sobre todo con comentarios a través de las redes sociales”.
La familia ya hizo llegar la mayor cantidad de pruebas a la Fiscalía. “Mandamos audios, videos y fotografías. Ya le hicieron la entrevista forense, se le hizo informe pericial. Ella ya narró todo”.
La denuncia de Diana es porque siente que el caso no ha prosperado. “Él sigue teniendo o con jóvenes. No lo puedo creer. También creo que el colegio tiene que explicar por qué esto sucedió durante tanto tiempo sin que ellos intervinieran. En el plantel donde yo trabajo también puse en conocimiento la situación”.
Diana también tuvo que acudir a la Defensoría del Pueblo porque ella y su hija se sienten perseguidas por el docente, quien, dicen, arremete contra ellas a través de las redes. “Dice que mi hija es la culpable de que él la esté pasando mal”.
Esta madre angustiada siente que el proceso se ha ido dilatando y teme por su seguridad y la de su hija. “Yo tengo miedo de que solo consideren la edad que hoy tiene mi hija y no los antecedentes del abuso”.
La Fiscalía dice que el caso está en proceso de investigación, sin más detalles para esta familia. “Este señor tiene una banda de guerra privada. Ha arruinado la reputación y la vida de mi hija. Ha hecho que otros padres no me crean. Exijo justicia con celeridad”.
Susana tuvo que regresar al colegio donde todo ocurrió, pero se siente señalada. “Es duro, pero ponemos la cara con la frente en alto”.
Del agresor sabe que es un hombre entre los 40 y los 50 años, no tiene esposa ni hijos y que hasta hace poco vivía con su madre, quien murió. “Es narcisista. Se lo digo yo que lo conocí”.
Susana tiene graves afectaciones psicológicas. “Ella fue remitida al psiquiatra. Tiene cambios de ánimo, picos de agresividad, de depresión. Ha pensado en quitarse la vida. A eso súmele el matoneo en el colegio. Esto es muy triste”, dijo su mamá.
Usted puede denunciar
A mayo de 2022, hay 228 procesos disciplinarios contra servidores públicos de la Secretaría de Educación (SED) por la presunta comisión de algunas de las tipologías incluidas en la categoría de violencia sexual contra menores. Además, se han desarrollado más de 3.000 acompañamientos pedagógicos con las comunidades educativas.
PilasAhí es la campaña que diseñó la SED con la colaboración de más de 30 entidades públicas, privadas y ONG para la prevención, denuncia, rechazo y sanción de la
violencia sexual. La campaña busca proporcionar herramientas para identificar los diferentes tipos de violencias sexuales. Las víctimas pueden ser atendidas en
la línea 123 y el área de Orientación en cada uno de los colegios públicos y privados.
*Nombres cambiados para proteger a las víctimas.
CAROL MALAVER
SUB-EDITORA DE SECCIÓN BOGOTÁ
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