Colombia ha sido tierra de pocas pero estupendas publicaciones culturales: mencionarlas, Mito, Lámpara, Eco, Lecturas de EL TIEMPO, Magazín Literario, Número, El Malpensante, Pie de Página, Gatopardo, Arcadia, es describir generaciones de voces críticas que no solo han reaccionado a tiempo al arte hecho en Colombia –y lo han puesto en contexto y lo han interpretado para enriquecerlo–, sino que han conectado a los lectores del país con los fenómenos culturales del mundo. Entre estas publicaciones sofisticadas y originales, venida de las instituciones del Estado, habría que mencionar a Gaceta. Que fue fundada por el poeta Juan Gustavo Cobo Borda. Que circuló en dos etapas: de 1976 a 1984 y de 1989 a 2001. Y acaba de volver a los escaparates cuando empezaba a ser innegable la escasez de esta clase de revistas.
Las dos primeras ediciones de la tercera etapa de Gaceta han sido pertinentes compilaciones de textos redactados por algunos de los más prestigiosos periodistas culturales de los últimos años: baste asomarse a la bandera y al índice de la revista para encontrarse con nombres de plumas que han trabajado durante décadas en esa clase de reseñas, de reportajes, de entrevistas. La primera edición de la nueva Gaceta es una suma de artículos sobre el país de la selva con motivo de la conmemoración del centenario de la publicación de La vorágine. La segunda es un muy completo recorrido por los setenta años de la televisión colombiana.
Quizás lo más importante de la reaparición de Gaceta, con su diseño bello y sobrio, sea la revitalización de un periodismo que ha vivido reveses en los últimos años y ha sobreaguado en los días de las redes, pero no ha asumido derrotas ni ha dado su brazo a torcer. Los periodistas culturales están en pie. Y, a pesar de los cambios que ha vivido el oficio, están dando con modos de renovar la tarea de juntar a los creadores con sus públicos.
EDITORIAL