Una historia increíble

¿Mala fe? Desde luego que no. ¿Ignorancia? No lo sé. ¿Despiste? Vaya usted a saberlo. No sé qué pudo ocurrir con una institución tan importante y tan ilustrada como es la Sociedad Geográfica Española. Pero que la revista de esta entidad publique al principio de este año un número monográfico destinado a las selvas del mundo y en el capítulo sobre la literatura no nombre ni de lejos a La vorágine, la principal novela sobre la principal selva del mundo, que es la Amazonia... es imperdonable.

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Eduardo Martínez de Pisón, de quien tengo el honor de ser amigo, es el prologuista de la citada revista, y el título de su escrito es La llamada de la selva. Eduardo es escritor, alpinista y el principal geógrafo de España. Ha desempeñado altos cargos, ha recibido innumerables premios y distinciones, es profesor emérito de universidades, ha escrito más de 500 artículos de geografía sobre todas las cordilleras y montañas del planeta. Obviamente, no era de su competencia hablar de La vorágine.

La revista por casi obvias razones se centra más en las selvas del Congo, pero aun así es imperdonable que no dedique ni siquiera una palabra a La vorágine. El Congo fue entregado en 1885 como finca particular al rey Leopoldo de Bélgica. Tras el caucho, el marfil y los diamantes, el monarca asesinó y torturó entre 10 y 15 millones de nativos. Estos datos no son metafóricos, son rigurosamente históricos. Joseph Conrad denunció estos crímenes en su novela El corazón de las tinieblas. Y con el mismo cometido andaba por el Congo Sir Roger Casement, que se conoció con Conrad y aparece luego haciendo lo mismo, denunciando las atrocidades cometidas por Casa Arana con los caucheros de la Amazonia. Y siguiendo con las casualidades, Joseph Conrad, el gran novelista y marino polaco que escribía en inglés, murió en 1924, el año de la aparición de La vorágine. Celebramos, pues, un doble centenario, el de la novela y el de Conrad.

Colombia está todo este año "en modo Vorágine" al conmemorarse los 100 años de la publicación de la novela en 1924. Son decenas y decenas de conferencias, foros, conversatorios, películas, exposiciones, conciertos los que se llevan a cabo con motivo del centenario. En 1974 me tocó a mí celebrar el cincuentenario de La Vorágine con una conferencia que di en el Ateneo de Madrid y a la que el periódico ABC dedicó una página entera con el título de 'Perennidad de una obra', y este año he tenido el honor de celebrar los 100 años con varias conferencias a lo largo del país sobre el tema del centenario, una de ellas en la Biblioteca Nacional de Colombia, en Bogotá.

A la conferencia de Madrid acudió el cuerpo diplomático y gran parte de la intelectualidad madrileña. Así que no se entiende cómo la revista de marras ignore la existencia de la novela de Rivera. César Uribe Piedrahíta, el gran médico, biólogo, escritor y toxicólogo colombiano también mojó su pluma en el tema de las caucherías del Putumayo con su novela Toá, que fue eclipsada por La vorágine y que termina con un gran incendio en la selva.

Imposible pasar por alto La vorágine si hasta el papa Pío X escribió en 1912 una encíclica titulada Lacrimabili statu indorum, sobre las atrocidades en la Amazonia y la situación general de los nativos en América. Algunas de las 'especialidades' de la Casa Arana denunciadas por Walter Handemburg eran estas: cortar en pedazos a los indios, rociarlos con gasolina y prenderles fuego, estrellar los sesos de los niños contra los árboles... La vorágine es doloroso patrimonio de la humanidad.