Al final, la fuerza política que se había prometido que saldría masivamente a las calles a cobrar la traición de los congresistas a los trabajadores nunca apareció. Solo se pudo ver a las organizaciones de siempre que salieron a marchar con sus militantes de siempre con el lema de 'Sí a la consulta popular' y unos cuantos vándalos bloqueando las calles y cada vez más enfrentados con los ciudadanos que buscaban ir a trabajar. Esa era la imagen que se reportaba del primer día de "paro nacional". La amenaza de paralizar el país, la masiva movilización con la que Petro trató de atemorizar a congresistas y empresarios, parece quedar como otro de los (cada vez más recurrentes) delirios presidenciales.
¿Dónde está el 35 % de los colombianos que dicen aprobar la gestión presidencial de Petro? ¿Por qué no salen a las calles a acompañar su gesta reformadora? ¿Por qué el silencio y la ausencia de los grupos sociales (incluidas las organizaciones indígenas) que se habían convertido en el "espíritu y la fuerza de Petro" en las calles? Es evidente que el Gobierno ha tenido problemas logísticos y operativos para coordinar y financiar las movilizaciones en las principales ciudades del país. Pero, más allá de los problemas de ejecución y falta de plata, hay varios elementos más de fondo que pueden explicar, al menos en gran parte, por qué el Presidente no solo ha ido perdiendo presencia y poder en las calles, sino también el control político sobre los sectores sociales más relevantes del que podría ser un gran movimiento emancipatorio con que sueña Petro para el país.
Un doble vacío de poder está creando el gobierno Petro. El poder estatal se está vaciando de contenido coercitivo y de dirección política. La sociedad no tiene quien la discipline ni quien la dirija.
En primer lugar, el Gobierno no ha podido cumplir con las promesas hechas en campaña y en los ya casi tres años de presidencia. Los ofrecimientos de cambio y lucha contra la corrupción han quedado reducidos a un lema de campaña; segundo, la explosión recurrente de los escándalos de corrupción y malos manejos en el Gobierno, en el que, además de los altos funcionarios comprometidos, están la misma familia del Presidente y las de sus más importantes colaboradores, así como la conversión de las disputas intestinas entre los del entorno más próximo al Presidente en una pelea por el control de importantes feudos burocráticos; tercero, la mercantilización de las movilizaciones por parte del Gobierno, que no solo ha creado una cultura en la que nadie se moviliza si no hay dinero de por medio (bien para movilizarse o bien para asegurar un ingreso por el día de movilización), sino que también ha desatado enfrentamientos entre los de las organizaciones por quiénes se quedan con los dineros que reciben; y cuarto, una especie de hartazgo de la gente que se siente instrumentalizada por esa nueva 'élite' progresista que se aprovecha del nuevo poder burocrático que tiene y un presidente cuyos comportamientos y nombramientos contradicen el espíritu de su propuesta de izquierda y de cambio.
El problema está en que esa pérdida de control de los segmentos sociales claves para un proyecto de emancipación social no está siendo asumida (ni aprovechada) por nadie. Un doble vacío de poder está creando el gobierno Petro. El poder estatal se está vaciando de contenido coercitivo y de dirección política. La sociedad colombiana no tiene quien la ordene ni la discipline. Y tampoco hay quien la dirija. Quien la conduzca en medio de la incertidumbre y el miedo.
Por andar istrando los pequeños intereses de la nueva "élite progresista", Petro ha dejado producir un vacío de poder político que está bien reflejado en la quiebra de autoridad legítima, en la pérdida del control territorial y de la capacidad para hacer cumplir las normas, en un escenario en el que una multiplicidad de actores ilegales se disputan a sangre y fuego el control del poder en el territorio, mientras alcaldes y gobernadores, jueces y militares sostienen como pueden una institucionalidad que el propio Presidente pretende incendiar con paros y movilizaciones que, por fortuna, ya no tiene poder para convocar.
* Profesor titular, Facultad de Ingeniería, Universidad Nacional