No sé quién dijo que el país se derrumba y nosotros, de rumba. Ojalá sea un presagio equivocado, pero aquí hay muchos aspectos que van como el cangrejo, que no echa pa’lante ni llegando a viejo.
En lo de la salud, desafortunadamente vamos de mal en mal, porque el mismo país vive en consulta. Y le duele todo. En el diagnóstico, como dicen los irados médicos, “hay cositas que no me gustan”. Colombia sufre de polarización, dolorosos cálculos políticos, tensión alta y atención baja. Y el corazón camina lento, shu, shu, shu...
En seguridad, no estoy seguro de cuánto hemos retrocedido. Pero da tristeza y miedo el tema del secuestro. El jueves pasado, sus secuestradores devolvieron al niño de 11 años Lyan Hortúa, que había sido sacado de su hogar 18 días antes en Jamundí, Valle. Todo es confuso en este caso. Se dice que la familia pagó $ 4.000 millones por su rescate, o que se lo llevaron para forzar un pago de cuantiosas deudas que tenían. Pagaría uno, pero por saber la verdad y entender cómo un niño termina siendo moneda de cambio. Pero así estamos aquí.
Es terrible que usen a los niños como mercancía, como medio de chantaje o como escudos de guerra. A los 11 años uno habla de su primer balón, de su primer viaje al mar o de su primer dibujo de amor, no de su secuestro. Esto nos devuelve a épocas de los alambrados de las Farc, donde los delincuentes se llevaban gente como quien sale a pescar con atarraya.
Yo no sé si aparte de pedirle el presidente Petro al papa León XIV que le permita que el Vaticano sea la santa sede de los diálogos con el Eln, tan inocente y con carita de quien no rompe un cese del fuego, también le haya solicitado una oración por Colombia y que les pida a los plagiarios que liberen a los secuestrados que tienen en su poder. Y que paren ese miserable crimen.
Debió hacerlo porque este inhumano delito va en alza. Las cifras del propio Ministerio de Defensa espantan. En el primer trimestre de 2022 hubo en Colombia 42 secuestros; en 2023, 113; en 2024, 91, y este año, en los mismos tres mesecitos, la cifra llegó a 131. ¿Cuántas personas hay aún en esa insondable oscuridad?
Presidente, Gobierno en general, aquí hay que actuar ya con decisión, o nos lleva hasta el diablo y, además, nos deja caer. Más de 40 personas al mes están cayendo en esa condición tenebrosa del secuestro, que es incertidumbre, dolor y tortura, no solo para el propio secuestrado, sino para toda la familia. Además, muchas veces motivo de ruina.
No es hora de atizar resentimientos y crear más odio y distancia en el ajedrez social invitando a que el peón le dé en la torre al rey, cuando a veces un peón logra montar en su cabello y comerse a la reina. Si es hora de llamar a la calle, al país entero a marchar, sin que le paguen, es contra el secuestro, es para pedir en todas las plazas, calles y balcones por la libertad de los plagiados. Yo tengo listos mis tenis y mi bandera, “ni uno más”. ¡Libertad para todos! “No más secuestros”.
Hay que actuar, hacer inteligencia. Se necesita presencia militar, crear acompañamiento a las víctimas, que sientan “que su presidente los respalda”, como dijo en Curramba. Es urgente, porque mientras se estén llevando a la gente al monte en este país encadenado al tronco de la polarización no habrá paz total. Hay, en cambio, miedo, y el miedo desestimula y aleja capitales y trabajo.
No es bueno pelearnos entre vecinos, entre empresarios y trabajadores, entre derechas, izquierdas y centros, mientras los violentos se pelean por nuestros bienes y nuestras vidas. Pero tengo fe. Este país ha salido de peores. Esta sociedad está entendiendo de intereses políticos y es capaz de estar por encima de sus dirigentes. Y tiene que saber a qué le camina. Si es contra el secuestro, ahí estaré, en algún lugar de la marcha.