A tiempo y en buena hora, nuestro país fue privilegiado con la designación de la ciudad de Cali como sede de la Conferencia de las Partes (COP16), órgano rector del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB).
No solo colmó la urbe de excelentes y atractivos escenarios culturales previsivos y atrajo a numerosos visitantes y turistas, sino que la llevó a construir modernos espacios en los que, además de fomentar el conocimiento especializado en relación con la necesidad de enfrentar –con instrumentos tecnológicos apropiados– los retos del cambio climático, le dejó a la capital del Valle un tejido urbano de irables calidades, así como un novedoso sistema de seguridad.
Este tratado internacional, adoptado en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992, es la congregación de científicos, biólogos y antropólogos sociales más reconocidos del mundo, cuyo principal objetivo es establecer agendas y compromisos, así como marcos de acción orientados a preservar la diversidad biológica y darle un uso sostenible, a garantizar la participación justa y equitativa de los beneficios derivados de la utilización de los recursos genéticos de la naturaleza.
En la COP16 o Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas sobre biodiversidad, espacio para discutir y tomar decisiones sobre su protección a nivel global, en Colombia la versión COP16 tuvo varios objetivos específicos, entre los cuales se encontraban el de presentar un plan de acción de biodiversidad del país, con el propósito de proteger y conservar la naturaleza hasta el 2030, y visibilizar la región del Pacífico, la zona más biodiversa del planeta.
Es un llamado a la reflexión para mejorar la relación que tenemos con el ambiente y repensar el modelo económico.
Los medios de comunicación han hecho un despliegue considerable, acorde con la dimensión de los eventos agendados, ilustrados con dicientes gráficas que muestran el entusiasmo popular y el apretujado goce de las multitudes, llenándose de nuevos saberes y conocimientos especializados para atender la conflictividad desatada por el desorden climático y los desbordantes torrentes hídricos que bajan precipitadamente por las montañas, destruyendo todo a su raudo paso.
Se trató del más completo y oportuno encuentro por su nutrida agenda de eventos corporativos y de colectivos especializados, en momentos en que los más prestigiosos institutos científicos del mundo lanzan inquietantes alarmas que indican que alrededor del 75 % de la superficie terrestre ha sufrido una significativa degradación a manos del hombre, que impacta bosques y arrasa el sistema agrícola, con peligro de la producción alimentaria de los países y ecosistemas urbanizados o convertidos en tierras cultivables, de explotación minera o, también, utilizada para fomento ganadero.
La COP se celebra cada dos años. En 2024, por primera vez en la historia, Colombia albergó la edición número dieciséis de la Conferencia Bianual sobre Biodiversidad. Como es sabido, en cada una de estas conferencias se buscó tomar medidas determinantes y financiar (con US$ 20.000 millones de dólares) adecuadamente la defensa y sostenibilidad de la diversidad biológica, a lo cual ha dedicado sus últimas sesiones.
El lema ‘Paz con la Naturaleza’ propuesto por el actual gobierno colombiano, asesorado por el sector académico del país, y en cuya propuesta colaboran activamente desde sus respectivas áreas diversos actores públicos y privados, es un llamado a la reflexión para mejorar la relación que tenemos con el ambiente y repensar el modelo económico.
El propósito es que el país, el sector privado y sus autoridades no prioricen la extracción, la sobreexplotación y la contaminación de la naturaleza y, ante todo, que se le confiera prioridad y urgente atención a los factores que determinan el cambio climático y sus efectos desastrosos sobre la vida humana, los bienes productivos, las comunidades humanas y demás especies vivas.