En Los 5 lenguajes del amor, Gary Chapman plantea que cada persona tiene una forma especial de expresar afecto. Algunos lo expresan con palabras de afirmación, mientras que otros comparten tiempo de calidad, dan regalos, realizan actos de servicio o prefieren el o físico. Lo mismo puede decirse de quien lo recibe. Algunas personas necesitan escuchar palabras amables para sentirse queridas, mientras que otras valoran más los hechos concretos.
Si aplicamos esta idea a la cultura colombiana, podríamos decir que en el país se privilegia el lenguaje del amor basado en las palabras de afirmación. Constantemente saludamos a otros con títulos honoríficos como "doctor" o "jefe" y, por lo menos en la región Andina, nos saludamos con la expresión "sumercé", que proviene de la contracción de "su merced", un tratamiento común en el español antiguo para dirigirse con respeto a una persona.
Es más, actualmente tenemos líderes que nos definen como "agua pensante en forma de energía condensada" o hablan de "expandir el virus de la vida por las estrellas del universo", expresiones curiosas que, según los sondeos, hacen soñar por lo menos a una tercera parte de la población.
Debemos dejar de aferrarnos solo a las palabras de afirmación y empezar a practicar otros lenguajes del amor.
Y es que en nuestro país se valora más el arte de hablar que el de cumplir. Esto se refleja en la cantidad de leyes y normas que existen, muchas de las cuales parecen responder más a una necesidad de organización formal que a una verdadera intención de aplicarlas.
Mauricio García Villegas, en el libro La cultura del incumplimiento de normas, explica que en Colombia las leyes se perciben como algo flexible, sujeto a interpretación o negociación, según la circunstancia, y en El país de las emociones tristes conecta esta idea con las teorías del filósofo Baruch Spinoza sobre las emociones y explica cómo la repetición de conflictos en nuestro país ha alimentado un ciclo de emociones tristes como la desconfianza y la venganza, que nos han hecho perder la esperanza.
Si queremos un país que avance, debemos dejar de aferrarnos solo a las palabras de afirmación y empezar a practicar otros lenguajes del amor. Necesitamos más actos de servicio que se traduzcan en soluciones concretas y más tiempo de calidad dedicado a construir en conjunto.