Materializar las ideas es el reto más grande de cualquier ser humano. Y materializar las luchas, para que se conviertan en política pública, es una acción titánica porque no depende de una persona sino de un sistema.
Hay infinidad de ejemplos de cómo los sueños, derivados de los derechos (algo completamente absurdo porque los derechos no deberían ser un anhelo), se han convertido en luchas inconmensurables para la historia de la humanidad, como el voto femenino, los espacios seguros y accesibles para las personas en condición de discapacidad o jornadas laborales dignas.
Y en Colombia, las mujeres llevábamos décadas soñando con una entidad en la que convergieran los procesos, las acciones, la ayuda, la capacitación y la orientación para la mitad más uno del total de la población del país.
Fueron años de disertaciones en diferentes espacios donde organizaciones feministas –esas a las que tanto les debemos–, colectivos de mujeres víctimas y sobrevivientes de diferentes violencias, así como académicas, activistas y políticas, se pensaron la construcción técnica y la respectiva ejecución de un ministerio de la Mujer.
Nadie creía en esta idea. A muchas las tildaron de "feministas radicales" por tan solo plantear la propuesta, apenas 10 años atrás.
Pero, así como se luchó el voto femenino en los años 50 y les permitió a las mujeres tomar decisiones democráticas, en este siglo, es decir, las últimas dos décadas, se le dio un mayor impulso y se enfilaron todas las baterías para lograr el mencionado ministerio.
Y, en las pasadas elecciones presidenciales, una de las promesas de campaña de la vicepresidenta Francia Márquez fue cumplir ese sueño. Sin lugar a dudas, motivante y esperanzador para que los movimientos feministas depositaran su voto por ella, y por otras razones más.
Con la llegada de la primera mujer negra en la historia de Colombia a un cargo tan relevante, también nació el Ministerio de la Igualdad y Equidad. Se logró. No precisamente un ministerio de las mujeres, pero sí un espacio que pasara de ser una corriente consejería a algo tangible que pudiera "materializar" ese sueño.
Esfuerzo monumental, como lo ha dicho la señora Vicepresidenta en innumerables oportunidades, básicamente porque empezó de cero. Pero también hay que decir que no fue lo que se esperaba. El descontento de los colectivos de feministas y de mujeres, por estar casi que relegadas de este proceso, debe llamar a una reflexión profunda de lo que se hizo bien y lo que no.
En dos años y siete meses de gobierno no se ha ejecutado una sola reunión nacional con la Vicepresidenta y todas las organizaciones de mujeres que impulsaron, en las últimas cuatro décadas, la creación del ministerio.
Tampoco se concertaron muchas de las acciones en región para que no hubiera dobles esfuerzos, y la falta de ejecución presupuestal es un tema del que ya se ha dicho mucho.
El ministerio recalca que se empeñó en promulgar la formulación participativa del Plan de Acción nacional (PAN) de la Resolución 1325 de 2000, así como la creación del Sistema Nacional de Cuidado y el impulso para lograr la Sentencia 055 de 2022, sobre la interrupción voluntaria del embarazo.
También se lanzó el programa Salvia, para atender a las mujeres, pero muy pocas lo conocen.
Lo peor de este sueño es que está agonizando. Lo más seguro es que el ministerio desaparezca. En mayo del 2024, la Corte Constitucional declaró la inexequibilidad de la Ley 2281 de 2023, que estableció la creación del anhelado ministerio que dejará de tener efectos jurídicos al final de esta legislatura.
Otra vez quedamos en pausa, en el limbo. ¡Borradas! Y buscar responsables a estas alturas del problema no solucionada nada, sencillamente porque todos y todas las personas que de una u otra manera han tenido participación en la creación y istración del ministerio son responsables y las únicas damnificadas seguirán siendo las mujeres.