El legendario rey Midas gobernó Frigia –en el centro de lo que hoy es Turquía– en el siglo VIII antes de Cristo. Aristóteles contaba que Midas murió de hambre, pues, víctima de una maldición, todo lo que tocaba se convertía en oro, incluida –claro está– la comida. Y, por cierto, también su hija Zoe, transformada en estatua de oro cuando intentó abrazar a su padre.
Casi treinta siglos después, nos gobierna un reverso de Midas, el presidente Gustavo Petro, a quien un amigo mío bautizó como el rey Sadim: “Es Midas al revés porque –me dijo– todo lo que toca lo vuelve trizas”. Las utilidades de Ecopetrol, poderosa petrolera de los colombianos, cayeron 17,4 % en el primer semestre. Esa cifra va a empeorar porque el Gobierno decidió hacerla languidecer, con su política de freno a la exploración, para salvar al planeta del desastre ambiental que causan los hidrocarburos, como si semejante ingenuidad fuera el camino para la necesaria transición energética.
Sacrificar al país para salvar al mundo es principio rector del rey Sadim: suspendió las exportaciones de carbón a Israel, para que el gobierno de Benjamín Netanyahu no pueda usar esos recursos en los bombardeos a Gaza. Me indigna lo que Netanyahu hace en Gaza, tanto como me indignó el ataque del 7 de octubre cuando los terroristas de Hamás –que ahora le agradecen a Petro su decisión– masacraron ancianos y bebés israelíes sin que eso mereciera una condena de Sadim. La Guajira, pobrísimo departamento, va a ser la gran víctima: recibirá cientos de miles de millones de pesos menos en regalías del carbón.
Empeñado en una insensata reforma de la salud que el Congreso rechazó, Petro está volviendo añicos el sistema que, con defectos y limitaciones, logró ampliar la cobertura del 22 %, a inicios de los 90, al 95 %. Los conejillos de Indias de lo que Sadim quiere hacerle al sistema han sido los maestros de la educación pública, cuyos servicios de salud el Ministerio del ramo llevó al colapso hace meses, todo ello mientras la decisión –que raya en lo criminal– de no girarles a las EPS lo que es debido las está quebrando una a una.
Casi treinta siglos después, nos gobierna un reverso de Midas, el presidente Gustavo Petro, a quien un amigo mío bautizó como el rey Sadim: “Es Midas al revés porque –me dijo– todo lo que toca lo vuelve trizas”
En años recientes, el país había logrado significativos avances en vivienda para los más necesitados, gracias a un mecanismo de subsidios que el reinado de Sadim frenó para modificarlo “por uno mejor”. Resultado: casi 100.000 subsidios se quedaron varados y el nuevo sistema no ha arrancado. Cientos de miles de hogares pobres seguirán sin casa.
Colombia llevaba años de notables aumentos del recaudo tributario porque la Dian se había vuelto más eficiente. Pero aquí también la mano del sadimato se hizo sentir. En 2024, y a pesar de una reforma tributaria que llenó de nuevas cargas a los contribuyentes, el recaudo se vino abajo: para el primer trimestre caía un 20 %.
La implementación de los acuerdos de paz con las Farc, que, antes de la llegada de Petro al poder, avanzaba de manera razonable según los verificadores de la ONU, se frenó, y los excombatientes son ahora asesinados por los nuevos mejores amigos del Gobierno –el ‘clan del Golfo’ y demás bandas criminales–, que han gozado de toda la tolerancia del sadimato para seguir narcotraficando, extorsionando y matando.
El problema del mandato petrista no es su sesgo izquierdista sino su descomunal incompetencia. La lista que lo comprueba se hace larga y –qué pena con los lectores– repetitiva. La entrega de tierras a campesinos la devoró la corrupción, lo mismo que la atención de desastres que maneja la UNGRD. La construcción de carreteras, otro frente que había mejorado, se vino abajo.
Y sigo. El Ministerio de Igualdad, que el rey Sadim le entregó a la vicepresidenta Francia Márquez, hace honor a su nombre: la ejecución es igual... a cero. Y hasta la expedición de pasaportes, que en el pasado funcionaba mal que bien, va camino del colapso. Todo gracias a la mano maravillosa del rey Sadim y de su corte.
MAURICIO VARGAS
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