El golpe del que tanto alertaba el presidente Petro se produjo. De nada valió su esfuerzo por prevenir a las fuerzas democráticas de las amenazas que se cernían sobre el gobierno del pueblo. El golpe llegó por donde menos se esperaba. Los propios ministros del gabinete se levantaron contra su líder. Pusieron en cuestión la legitimidad del Presidente para decidir quiénes conforman el equipo de gobierno. Un verdadero golpe al poder presidencial. El asunto podría resumirse en una tragedia en tres actos, que bien podrían dar cuenta de la gravedad de lo sucedido.
Acto I: ¿Un presidente secuestrado?
La incomodidad y preocupación acosan a los altos funcionarios del Gobierno. El anuncio de la llegada a un alto cargo del Gobierno de quien era embajador ante la FAO puso al presidente ante una grave dificultad. Cuando él creía (y todos los demás) que su margen de libertad para nombrar en su equipo a quien él quisiera era infinito, los propios del gabinete le hicieron saber que no. Que había límites. Que los costos de nombrar como asesor presidencial a un "impresentable" eran demasiado altos y que, para las bases del partido, resultaría incomprensible el premio de nombrar tan cerca del Presidente a aquel cuyas amenazas estaban latentes ("Todos nos vamos a la cárcel. Yo hice cien reuniones, conseguí 15.000 millones de pesos. Es más, si no es por mí, no ganan, yo salgo y cuento todo lo que sé"), como sus escándalos por hechos de violencia intrafamiliar, o el abandono permanente del cargo que ocupaba, primero en Venezuela y luego en Roma.
El nombramiento del asesor presidencial abre una especie de paraministro del Interior que deja al ministro Cristo en una condición desvalida y al Ministerio convertido en una serpiente de dos cabezas.
La respuesta de Petro dejó a todos preocupados. Aunque trató de manejar el 'reclamo' de la mejor manera, al buscar tranquilizar a los reclamantes diciendo que no sería jefe de ellos ni tendría vínculos con ellos, y que solo se limitaría a unas gestiones en el Congreso, puso en evidencia que su poder político e institucional internamente estaba más erosionado de lo que quisiera. No solo porque el apoyo posterior que llegó de los jefes políticos del Congreso a los reclamantes ponía su legitimidad como timonel en entredicho, sino también porque con el nombramiento como asesor se estaba pagando un costo tan alto que únicamente se podía justificar si se trataba de un secuestro.
Acto II: El retorno del 'imprescindible'
Pero el anuncio de que el nuevo asesor se concentraría en el Congreso enviaba un mensaje fuerte: ante el escaso tiempo que le queda en la presidencia, Petro parece haber abandonado la tarea de gobierno, para concentrar sus esfuerzos y su capital político en el Congreso. Y eso implicaba, primero, para el jefe de Estado la tarea del ministro de Interior de mover a los congresistas en una u otra dirección no estaba siendo completamente satisfactoria y que necesitaba un giro político fuerte para asegurar los resultados. Y segundo, que el desprecio presidencial por la función parlamentaria había llegado a tal nivel de degradación que solo alguien con la espuela y las calidades éticas del nuevo asesor podría asegurar el apoyo de los congresistas a las iniciativas legislativas del Gobierno.
Acto III: Cristo comienza a padecer
En la práctica, el nombramiento del asesor presidencial abre una especie de paraministro del Interior (o ministro alterno para las reformas) que deja al ministro Cristo en una condición desvalida y al Ministerio convertido en una serpiente de dos cabezas. Es decir, aquella pieza arqueológica de las civilizaciones prehispánicas de México que representan la dualidad entre el cielo y la tierra, el sol y la luna, el bien y el mal, el día y la noche (y agrego, lo legal y lo ilegal). De modo que, en la agenda del Gobierno para todos hay. Si para los congresistas no es suficiente lo que se ofrece por la vía de la "legalidad" que se negocia con Cristo, entonces estará la otra cabeza con la que negociar con el nuevo asesor, que sabe que se puede ofrecer por la otra vía. Lo que importa es el resultado. Una concesión demasiado grande y costosa, que solo revela que en materia política e institucional el rey no es omnipotente.
* Profesor titular Facultad de Ingeniería Universidad Nacional