Ningún medio de comunicación está obligado a ofrecer equilibrio informativo en sus contenidos. Sin embargo, cuando una persona se ve afectada por información falsa, imprecisa o que lesiona su honra y buen nombre, puede acudir al derecho de rectificación, una herramienta distinta del derecho de réplica.
En efecto, el derecho de rectificación permite solicitar la corrección de información difundida por un medio cuando ella afecta la reputación de alguien. En estos casos, el medio tiene el deber de revisar y responder a la solicitud. En contraste, el derecho de réplica busca dar espacio a quien desea responder a afirmaciones o puntos de vista con los que no está de acuerdo, pero los medios no están obligados a conceder ese espacio.
En la práctica, distinguir entre uno y otro derecho puede ser difícil. Por ejemplo, en un caso analizado por la Corte Constitucional, un funcionario público solicitó la rectificación de una columna de opinión que cuestionaba su gestión. La Corte negó su pretensión, al considerar que no se trataba de una rectificación sobre hechos inexactos, sino de un intento de replicar frente a opiniones legítimamente emitidas por el periodista (SU 1721/00).
Hoy, con la cantidad de información disponible, aferrarse a una sola perspectiva resulta injustificable.
Vivimos en una época en la que la información se propaga a gran velocidad y las opiniones se amplifican casi de inmediato. En este contexto, cada persona tiene la responsabilidad de informarse con criterio, contrastar fuentes y contribuir activamente al equilibrio informativo. Para lograrlo podemos optar por consultar medios de comunicación con estándares editoriales rigurosos, que ofrecen contenidos verificados y una visión equilibrada, como EL TIEMPO, que cuenta con el sello del Trust Project, una iniciativa global que certifica el compromiso con la transparencia y la imparcialidad. O, por el contrario, podemos acudir a plataformas que priorizan el sensacionalismo y la polarización, difundiendo opiniones extremas sin respaldo verificable.
Lo que sea que escojamos nos va a perseguir porque los motores de búsqueda y los algoritmos de las redes sociales crean burbujas de contenido que personalizan lo que consultamos en función de nuestros intereses, historial de navegación e interacciones previas. Como resultado, la mayoría del tiempo recibimos información que refuerza nuestras creencias y puntos de vista, lo que reduce nuestra exposición a perspectivas diferentes.
Hoy, con la cantidad de información disponible, aferrarse a una sola perspectiva resulta injustificable. Repito: buscar el equilibrio informativo es responsabilidad de cada uno.