En estos días de tanta convulsión ideológica y política, me pregunto qué pueden hacer los medios frente a hechos ciertos como amenazas desde el poder. Si el Gobierno actúa emancipado de la verdad, si desconoce leyes y la Constitución, ¿es misión del periodista quedarse neutro? ¿De qué objetivad hablamos? Si el gobernante inventa realidades o no acoge las resoluciones legales, ¿qué puede hacer el periodista?
El respeto a la verdad y la veracidad de las fuentes que conduzcan a la realidad es el ADN de los periodistas: pero si el Ejecutivo desconoce una decisión del Legislativo que no aprueba una consulta popular o si arrincona a la Corte para presionar una decisión, ¿qué pasa con la objetividad? En la mayoría de los noticieros sus mismos directores recalcan, incluso ufanándose, que son objetivos y por "eso escuchamos los dos lados de la noticia": se escucha al Gobierno, que desconoce al Legislativo, y del otro, a los que reaccionan contra el abuso. ¿Es eso la objetividad? ¿Están en igualdad de condiciones frente a la opinión púbica el que desatiende la ley y el que reacciona? Pregunto: ¿no tiene derecho o el deber el director de un noticiero a sopesar las noticias contra actos amenazantes que puedan atentar contra las libertades? En ese caso la pretendida y autoproclamada objetivad es una ilusión que puede conllevar complicidad.
Las disciplinas humanistas pueden presumirse como ciencias exactas, pero llegan a un límite muerto.
Los comunicadores ejercen paralelos con otras áreas como las ciencias sociales y el arte. Como filósofo he dirigido programas doctorales en disciplinas sociales y siempre recomiendo no dejarse encandelillar por la búsqueda de la verdad científica y la objetividad. Lo más bello del espíritu humano es su diversidad, su resistencia a un cálculo científico exacto. Las disciplinas humanistas pueden presumirse como ciencias exactas, pero llegan a un límite muerto.
El trabajo del científico no es tan distinto al del artista; investigan, seleccionan, evidencian, concluyen: pero son dos caminos. El periodista tiene de ambos. La objetividad de la ciencia tan anhelada por periodistas es solo a medias. Mejor asumir que su tarea no es tanto científica, sino una hermenéutica interpretativa, no ideología, pues en ese caso se vuelve publicidad, como ocurre con un gobierno que contrata influenciadores para que "publiquen objetivamente lo bueno que hace". Vivimos una confrontación entre equilibrismo informativo y democracia.