Gran parte de la sociedad colombiana ha lamentado la partida final de ‘La Negra Piedad’, esa valerosa luchadora de minorías étnicas y de género, de campesinos y afros en cuyo nombre hizo célebres debates en los hemiciclos parlamentarios para reivindicar sus aplazadas expectativas, al tiempo que buscaba defender su honor mancillado sin razón o con sombríos intereses.
Esta aguerrida mujer conoció la discriminación desde los primeros años de su infancia. Y desde esa época también se sintió batalladora, frentera, poseída de una energía que apasionaba por sus tres afanes fundamentales: su familia, las negritudes y la equidad de género.
Quizás para ella esas imágenes fueron un fantasma que la rondó hasta el final de sus días. Porque lo que recordaba de una manera más clara del ambiente de su infancia era que en el barrio del sector de Santa Lucía, donde vivía con su familia en Medellín, los miraban a todos como bichos raros. Tocaban a la puerta en cualquier momento, con una frecuencia inusitada al principio, para verlos asomarse, porque eran negros.
En realidad, la familia Córdoba Ruiz era mestiza. El padre, Sabulón, negro chocoano, y la madre, Lía Esneda, blanca de Yarumal. Polos opuestos, motivo de curiosidad y objeto de rechazo.
Como bien lo pudo advertir quien tuviera la ocasión de escucharla, no solo por sus fogosas intervenciones parlamentarias que hacían enarcar iradas las cejas del auditorio y despertar aplausos prolongados y vivas de las multitudes expectantes, sino porque el tono de su encumbrado planteamiento traducía una posición que la situaba a contracorriente de los sectores dominantes de la derecha y de los sentimientos reaccionarios. En agosto de 2007 Piedad creó y participó en el acuerdo humanitario entre las Farc Ep y el gobierno del presidente Álvaro Uribe, gobierno del cual era opositora, autorizada por este durante su mediación acordó, junto con las Farc y el presidente venezolano, Hugo Chávez, la liberación unilateral de seis (6) secuestrados que durante varios años permanecían en poder esta guerrilla.
Debido a sus posiciones políticas recibió múltiples críticas y una percepción negativa en varios sectores –inducidos– de la opinión pública, mientras otros sectores respaldaron su gestión por la cual en 2008 fue nominada al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Y aun su nombre apareció postulado por numerosas organizaciones de convivencia para el Premio Nobel de Paz.
En los nebulosos y peligrosos años de la seguridad democrática era demasiado brillante, demasiado grande, demasiado intensa, excesivamente inestable para los refinados epígonos del poder que, viviendo una vida interior de absorbente complejidad y delicadeza, se volvieron incapaces y, desde luego, renuentes a irar la luz del día que había destruido tanto de lo que les había inspirado confianza y amor.
Su militancia en el Partido Liberal le garantizó una creciente audiencia nacional e internacional traducida en votos que la condujeron en repetidas ocasiones a ocupar sillones directivos en las dos cámaras congresionales. Y a crear la numerosa militancia del movimiento Poder Ciudadano, con el que había logrado (con una alta votación nacional) su curul al Senado de la república. El 27 de septiembre de 2010, el procurador general de la Nación, el ultraconservador Alejandro Ordóñez, decidió destituir a Piedad Córdoba de su cargo como senadora y la inhabilitó por 18 años para ejercer cargos públicos. El fundamento del Agente del Ministerio Público sobre esta sanción se debió a sospechas sobre probables vínculos de Piedad cuando trabajó para liberar los secuestrados por las Farc. El Consejo de Estado, en fallo proferido en septiembre de 2010, declaró la nulidad de la sanción impuesta por la Procuraduría General de la Nación a la exsenadora.
Tantas veces Colombia escuchó a la distancia las intervenciones de ‘La Negra’ en la ONU o en el Parlamento europeo defendiendo las ideas democráticas y liberales de izquierda; tan hipnótica era la fuerza de sus palabras, tan poderosa la fe, que los envolvía en su hechizo con la sola intensidad de su elocuencia.
ALPHER ROJAS C.