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Noticia
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Puertos, fronteras y pistas: las rutas en Colombia por donde se mueve la coca y la marihuana hacia el exterior
Recientes incautaciones revelan cómo grupos armados y criminales utilizan puntos clave para sacar los cargamentos.
Un cargamento de drogas incautado por la Armada colombiana en el Pacífico. Foto: X: @mindefensa
Las más de 300 toneladas de cocaína y las 125 de marihuana incautadas durante los primeros 4 meses del año revelaron el impresionante entramado de rutas diseñadas en Colombia por los grupos armados y criminales para la salida de la droga a destinos internacionales.
La información analizada por inteligencia militar que está en poder del Comando Contra el Narcotráfico y Amenazas Transnacionales, y a la que EL TIEMPO tuvo , también dejó al descubierto las redes logísticas y los mercados mundiales que dibujan un mapa global del narcotráfico desde Colombia, que está en poder de las disidencias de las Farc, el Eln y el ‘clan del Golfo’.
En los puertos del Caribe colombiano se ha concentrado una parte considerable de la salida de cargamentos ilícitos. Cartagena, Barranquilla y Santa Marta son puntos estratégicos donde las organizaciones dedicadas al narcotráfico cargan contenedores con cocaína y marihuana, que son embarcados hacia el exterior.
Al mismo tiempo, en la costa pacífica, Buenaventura y San Andrés de Tumaco varios puntos funcionan como salidas clave de cargamentos. En estas localidades se cargan contenedores y embarcaciones menores que transportan drogas a través del Pacífico, en rutas que conectan con mercados internacionales. La presión sobre estos puertos ha llevado a las organizaciones criminales a diversificar las rutas y a establecer puntos alternos.
La cocaína llega desde los principales enclaves cocaleros (Catatumbo, Nariño, Cauca y Sur de Bolívar), mientras que la marihuana sale puntualmente de Cauca.
Desde estas zonas, la droga es movilizada de manera terrestre y fluvial hasta los diferentes puntos de salida, pero La Guajira sigue figurando como un punto de paso crítico, dada su ubicación cercana a Venezuela y el Caribe. A través de esta región, las drogas fluyen en dirección a varios destinos internacionales.
“La frontera con Venezuela, en toda su extensión, se mantiene activa en el tráfico terrestre de cargamentos ilegales, donde pequeñas y medianas rutas complementan los grandes corredores establecidos”, dijo una fuente judicial a este diario.
En zonas remotas del país, se han habilitado pistas clandestinas de aterrizaje utilizadas para cargar y descargar aeronaves ligeras que transportan cocaína, marihuana y otros estupefacientes. “Estas pistas se encuentran en medio de la selva, lejos de la vigilancia oficial, y permiten a las redes criminales evadir controles aéreos” señaló el informante quien resaltó que recientemente se han detectado estas pistas en Nariño y Catatumbo.
Además, las redes emplean las desembocaduras de los ríos al mar del Pacífico como puntos de lanzamiento. Desde allí, pequeñas embarcaciones cargadas con droga zarpan hacia el mar abierto, con destinos que conectan directamente con rutas internacionales.
El laboratorio en donde estaba almacenada la droga. Foto:Cortesía
¿Cómo se entrelazan las rutas?
El tráfico desde La Guajira se proyecta hacia diversos puntos en el extranjero, como República Dominicana, Venezuela, México y Estados Unidos.
“A esta lista se suman otros destinos en el Caribe, Europa y África, incluyendo Marruecos, Italia, España y Albania. La expansión también ha alcanzado Asia y Australia, así como Canadá y Panamá, donde las redes de tráfico han encontrado mercados receptores y corredores logísticos adaptados a cada región”, se lee en uno de los documentos conocidos por este diario.
El corredor hacia América del Norte se extiende desde Colombia, atraviesa Centroamérica y continúa hacia México, punto clave de distribución hacia Estados Unidos y Canadá. “Esta ruta ha sido utilizada tanto para la cocaína como para la marihuana, aprovechando las capacidades logísticas y la red de os criminales en la región”, reveló la fuente.
Hacia Europa, varias de las rutas comienzan en el sur de Colombia y atraviesan Brasil, conectando posteriormente con España, Países Bajos, Bélgica y Reino Unido. “Esta vía ha permitido, principalmente a las disidencias de las Farc, establecer una presencia sólida en el mercado europeo, utilizando puertos de entrada estratégicos y aprovechando la infraestructura comercial para camuflar cargamentos”.
En el corredor que conecta América del Sur con África, las drogas son transportadas desde Colombia por rutas que cruzan Brasil y Venezuela, dirigiéndose a países de África Occidental. Desde allí, la mercancía se distribuye hacia Europa y el Medio Oriente, empleando redes transcontinentales que han diversificado aún más los destinos finales.
El tráfico hacia Asia-Pacífico parte del suroccidente de Colombia a través del Océano Pacífico, con puntos de llegada en Australia y Hong Kong. Posteriormente, la droga se desplaza hacia Japón y el sudeste asiático, utilizando rutas marítimas y aéreas que esquivan los controles internacionales. “Esta expansión refleja la capacidad de las organizaciones criminales para adaptarse y mantener operativas rutas complejas y distantes”, expresó el informante.
Las labores de inteligencia abarcaron zonas rurales donde se encontraron centros de acopio y procesamiento de drogas. En estos puntos, las autoridades destruyeron laboratorios y confiscaron cargamentos listos para ser transportados hacia las rutas descritas. Estas acciones forman parte de una estrategia orientada a interrumpir las cadenas de suministro desde la producción hasta el tráfico transnacional.
El informe además, resaltó que en Colombia, el precio del kilo de clorhidrato de cocaína alcanza en actualidad aproximadamente los $5.600.000 pesos, lo que equivale a 1.308 dólares estadounidenses. Sin embargo, este valor se dispara en los mercados internacionales.
En Estados Unidos, un kilo de cocaína puede alcanzar un valor promedio de 32.000 dólares, lo que representa aproximadamente $139.152.000 pesos colombianos, una cifra que multiplica por 25 su precio en el país andino. En Europa, el precio se eleva a 62.000 dólares, unos $269.600.000 pesos, mientras que en Asia y Oceanía se registran los costos más altos, con un kilo llegando a 165.000 dólares, equivalente a $717.500.000 pesos colombianos.
“La rentabilidad del negocio, sumada a la alta demanda en mercados internacionales, alimenta la cadena criminal y perpetúa un ciclo de violencia y corrupción”, señaló la fuente.