'Apagaron la luz de Sebastián por unos euros': la historia del joven víctima de fleteo

Era domingo Día de la Madre. Michael Sebastián Valverde, o Sebas, como le decían de cariño, estaba vestido con un buzo blanco, un pantalón azul y llevaba puestas sus gafas negras. Estaba con su mamá, su tía y su tío en la casa de un familiar para un almuerzo. Duró sentado en la sala varias horas. Estaba pendiente de los últimos detalles de un viaje a España que su madre tenía programado para el miércoles siguiente. Quería que ella se fuera con lo necesario y que no le faltara nada, porque esa siempre fue una de sus prioridades: si ella estaba bien, él estaba tranquilo.

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Era el único hijo, sobrino y nieto de la familia. Nació el 26 de septiembre de 2003. “Era la luz de los ojos de los abuelos”, cuenta John Gómez, su tío. Una luz que los sorprendió hace 20 años y se convirtió en la motivación de su hogar.

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Para esa época vivían en Soacha. Cuando cumplió 12 años, se mudaron para Madelena y estudió en el Colegio Psicopedagógico. Le gustaban los cómics y fue un aficionado por los videojuegos, sobre todo los de rol. De hecho, uno de sus sueños era convertirse en un diseñador y programador de ellos.

Tenía dos mascotas: Cloe y Karla, con las que se acostaba en el sofá y las consentía. Casi a diario, después de clases, se afanaba por llegar a su casa y pasearlas.

Sebas era introvertido. Y era brillante en sus estudios. Se decidió por la Ingeniería en Multimedia en la Universidad Militar. Alcanzó a cursar hasta cuarto semestre. Había recibido una beca de ‘matrícula cero’ por su excelente desempeño académico y participó en las olimpiadas de programación de esa institución.

Tenía un instinto protector con su familia. Trataba de cocinarle el desayuno o el almuerzo a su mamá cuando veía que ella estaba ocupada en el trabajo, sobre todo en la pandemia. Tenía ciertos rasgos de personalidad parecidos a los de su tío, como la cautela y la creatividad. Ellos tenían planeado lanzar un canal de videos sobre matemáticas.

Con su tía, quien es la menor de los tres hermanos, tenía una relación particular. Se llevaban menos de 10 años de diferencia, por lo que sus conversaciones eran únicas. Hablaban de temas de jóvenes, de sus preocupaciones diarias y también de sus sueños.

A él no le gustaba tomarse muchas fotos y no usaba con frecuencia las redes sociales. Las pocas imágenes registradas fueron con ella y su madre, que trataban de captar los momentos juntos, como un viaje reciente a Villa de Leyva o ir al gimnasio, algo que había comenzado a hacer.

Aquel 16 de mayo, Día de la Madre, todos estaban emocionados. “Él estaba sentado frente a mí. No se me olvida su mirada”, recuerda su tío. Había acordado encontrarse con su mamá el martes siguiente para pasar la tarde juntos.

Ella viajaba al otro día con el objetivo de hacer un tramo del Camino de Santiago, algo que había cuadrado desde el año pasado. Pero no se pudieron ver porque ella tenía un asunto pendiente en su trabajo. Entonces, él le dijo que iba a aprovechar para comprar 490 euros para darle.

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El reloj marcaba un poco más de las dos de la tarde cuando delincuentes, que al parecer lo venían siguiendo, se le acercaron y en un intento de hurto le dispararon en la cara. Un policía llamó al número de la mamá de Sebastián. La última llamada había sido con ella. Le dijeron que lo habían herido y que lo trasladaron a la clínica Colombia. El mundo se les derrumbó a ella, a los tíos y a su familia.

Han pasado dos meses en los que los altibajos emocionales han sido frecuentes para la madre. “Vivimos en homenaje a él”, cuenta John, quien al enterarse de la captura de uno de los presuntos asesinos dijo que “nada nos va a devolver a Sebas, pero se va haciendo algo de justicia, aunque hay que esperar que se adelante el proceso. Ojalá no se apaguen más luces de esa forma en la ciudad”.

DAVID ALEJANDRO LÓPEZ BERMÚDEZ

Periodista de Reportajes Multimedia