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Las nuevas normas que le cambiarán la cara a las ciclorrutas en Bogotá: ¿cómo quedarán?
El recién expedido Manual de Espacio Público de Bogotá establece cambios en esa infraestructura.
La franja de ciclorruta estará acompañada por, al menos, dos franjas de árboles o elementos de la naturaleza. Foto: Sergio Acero. EL TIEMPO
Cada día se hacen más de 800.000 viajes en bicicleta en los 608 kilómetros de ciclorruta en Bogotá. No son uniformes en su diseño y unas tienen mejores características técnicas que otras.
Aunque la capital sea estandarte de la ‘bici’ en Latinoamérica, lo cierto es que la infraestructura destinada a este tipo de movilidad presenta retos en seguridad y conectividad.
Es por esto que el nuevo Manual de Espacio Público (MEP), que desde finales del mes pasado es de obligatorio cumplimiento para urbanizadores, constructores, alcaldías locales y entidades del Distrito Capital, cuenta con una serie de normas técnicas y urbanísticas que pretenden renovar el espacio público en Bogotá.
La apuesta del MEP está enfocada en cicloparqueaderos, franjas de paisajismo, ciclotalleres, reducir desniveles y otros elementos que mejorarán la seguridad y conectarán la red de ciclorrutas. Las soluciones se plantean desde cuatro enfoques claves: la accesibilidad, la conectividad ambiental, la seguridad y la vitalidad.
Se busca que las vías estén más enfocadas en el transporte colectivo. Foto:Sergio Acero. EL TIEMPO
Para Margarita Caicedo, subsecretaria de Planeación Distrital, el sentido del MEP, que desarrolla el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) Bogotá Reverdece 2022-2035 (decreto 555 de 2021), es que las calles no solo sirvan para la movilidad, sino que se vuelvan un espacio de encuentro.
Según explica la funcionaria, esto es posible si paulatinamente el diseño de las vías se enfoca menos en el transporte de los vehículos particulares y más en el transporte colectivo teniendo presente a los peatones y a los s de la cicloinfraestructura.
“El principal problema de las redes de ciclorrutas es la falta de continuidad y coherencia”, dice Darío Hidalgo, experto en movilidad sostenible.
Esto se debe a que en la ciudad convergen distintos tipos de ciclorrutas: las que están en el andén, las que comparten vía con vehículos, y las que cuentan con carriles de diferentes medidas.
Esta falta de continuidad en los bicicarriles, por ejemplo sobre la carrera 11 después de la calle 85, genera que los ciclistas se expongan a siniestros cuando tienen que tomar avenidas por donde transitan los carros. Para Laura Canela Rodríguez, biciactivista y gestora urbana, lo que sucede es que están diseñados para viajes cortos, pero no para recorridos más largos “origen-destino”.
Una de las características básicas que sugiere el manual es que la franja de ciclorruta esté acompañada por, al menos, dos franjas de paisajismo, es decir, de árboles o elementos de la naturaleza.
Esta franja debe estar segregada cuando se encuentra en la calzada, o sea, debe existir algún elemento físico, no solo la demarcación con pintura, que la separe del carril vehicular; pero, en cualquier caso debe estar demarcada e iluminada.
Lo anterior, explica Rodríguez, es clave porque la iluminación suficiente en horarios nocturnos no solo reduce la siniestralidad, sino que minimiza los robos. De hecho, un estudio realizado por la Universidad de Chicago en 2019 mostró que el alumbrado público redujo un 36 por ciento los delitos nocturnos en Nueva York.
Un elemento innovador son los cicloparqueaderos, con un diseño similar al de las ‘bicis’ compartidas. Foto:Sergio Acero. EL TIEMPO
Un segundo elemento innovador son los cicloparqueaderos que, con un diseño similar al de las ‘bicis’ compartidas, buscan ofrecer un espacio para que las personas estacionen su medio de transporte.
El manual recomienda que se ubiquen cerca de estaciones de transporte público o comercios próximos a las ciclorrutas. Incluso, una de las sugerencias son cicloparqueaderos de locker que pretende ser una caja gigante para proteger la bicicleta de robos y de la intemperie.
Junto con esto, se proponen ciclotalleres, espacios para el mantenimiento de este medio de transporte dotados con herramientas básicas.
El principal problema de las redes de ciclorrutas es la falta de continuidad y coherencia
Un tercer elemento que contiene el manual es que las franjas para los bicis deben “evitar cambios abruptos de dirección y de nivel, además de omitir elementos que interrumpan la circulación”.
Justamente, Hidalgo señala que esta es la innovación principal: la reducción de las pendientes que son clásicas en muchas ciclorrutas de la ciudad, sobre todo en las que están ubicadas en andenes, como en la carrera 19 desde la calle 163 hasta la 93.
Para Andrea Navarrete, ex-gerente de la bicicleta de Bogotá y consultora en movilidad y género, reducir los desniveles en las ciclorrutas favorece a las personas que hacen viajes de cuidado porque esta población suele tener la necesidad de cargar cosas o de viajar con niños. Entonces, mantener la superficie mejora la comodidad para este tipo de viajes.
En esta misma línea, el Manual de Espacio Público estandariza las medidas de los carriles. Con esto no solo pretende hacerlas menos heterogéneas, sino incluir otro tipo de vehículos que suelen ser más anchos como las bicis de carga o las de transporte de pasajeros. Así, el ancho mínimo para un carril unidireccional debe ser de 1,4 metros, sin posibilidad de adelantar, y de 1,6 metros con esta opción.
Para los carriles bidireccionales, el mínimo está en 2,2 metros, aunque el MEP recomienda que sea de 2,6.
Finalmente, en cuanto a las dimensiones, el manual indica que la franja de cicloinfraestructura en los separadores debe tener pasos seguros cada 400 metros y que, si comparte espacio con vehículos mixtos, la velocidad máxima es de 30 kilómetros por hora.
Aunque esto significa un aumento en las dimensiones que tienen hoy varios carriles de ciclorruta, para algunos expertos no es suficiente. Mario Noriega, arquitecto y urbanista, dice que una ciclorruta típica de Copenhague o Ámsterdam tiene un ancho de 6 metros con el fin de evitar accidentes y “para que la única manera de andar no sea en fila india”.
Otro de los reparos es que el MEP sigue itiendo ciclorrutas en andenes. El documento menciona que “de manera excepcional puede ubicarse en andén (de ancho mínimo de 7 metros) o junto a la franja de circulación peatonal, solo cuando sea posible separarla físicamente de los peatones con elementos de paisajismo”.
Rodríguez indica que las bicicletas no deben estar segregadas en el andén, no solo porque le quitan espacio al peatón y lo exponen a accidentes, sino porque allí suele haber comercio que implica un obstáculo para la movilidad.
Uno de los reparos es que el manual sigue itiendo ciclorrutas en andenes. Foto:Sergio Acero. EL TIEMPO
En cambio, la gestora urbana considera que se debería compartir andén con el peatón “solo cuando la ciclorruta sea unidireccional y vaya en el sentido de la calzada. De lo contrario, además de ocupar espacio, también impide recorridos largos para bicis”.
Lo anterior se explica en que como la infraestructura es bidireccional, pero solo está a un costado de la vía, hay un punto del recorrido en el que quienes van en el sentido contrario tendrán que desviar o cruzar por el espacio designado para automotores.
Expertos coinciden en que las innovadoras apuestas del manual, que de hecho aplican para el mobiliario ya existente, serán visibles de forma progresiva y “solo si hay voluntad política para que se hagan efectivas”, señala Rodríguez.