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Noticia
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Bogotá con ojos de mujer: así avanza la ciudad en la inclusión, oportunidades y empoderamiento de ellas
Son el 52 % de habitantes y se destacan en sectores privados y públicos. Cinco lideresas de procesos.
Marcha de mujeres en conmemoración del Día Internacional de la Mujer Foto: VANEXA ROMERO
“Bogotá es un enorme tejido viviente que palpita, respira y sonríe; semejante a nosotros -dijo la investigadora social Ana María Nieves cuando lanzó su libro Bogotá es mujer-. Ella, como cualquier mujer, tiene órganos vitales que a su vez funcionan dentro de complejos sistemas que en conjunto generan una gran cantidad de movimiento y energía”.
En Bogotá, con nombre de mujer, el 52,2 por ciento de los 7'412.566 habitantes son mujeres (según el censo 2018 del DANE). Esta urbe, que lucha contra los fenómenos de violencia y sometimiento que las afectan, desde lo público y lo privado cada vez ofrece más acciones que las protegen, acompañan, escuchan y reconocen su importancia y aportes.
Según Ana María Boada, subsecretaria de Gobernanza de la Secretaría de Cultura Recreación y Deporte (SCRD), desde la Alcaldía y a través del Plan de Gobierno, “todo apunta a visibilizar los liderazgos femeninos de todos los ámbitos, a reconocer un trabajo de décadas de gestión cultural, artística, ambiental, social y también de escucha comunitaria. En el territorio generalmente están las mujeres al frente de los procesos”.
En esa vía, están los estímulos, becas y apoyos desde la Secretaría de Cultura y sus entidades adscritas, que para este 2025 cuenta con una inversión de más de 28.000 millones de pesos en su primera fase.
Si bien, en general van dirigidos a todo tipo de población, tiene algunos específicos para proyectos de mujeres, desde la Dirección de Asuntos Locales y Participación.
Estos estímulos dan herramientas para enfrentar y entender los retos de vivir en una ciudad que, como ha dicho la cantautora Andrea Echeverri, “es caótica, pero nos invita a abrir los ojos para encontrar el encanto en sus paredes, casas y muros. Debemos disfrutar la ciudad que nos tocó, pues, así a veces sea desesperante, está llena de encanto”.
Mujeres en la plaza de Bolívar Foto:Archivo EL TIEMPO - Ana María García
Las bogotanas, no solo nacidas sino todas las habitantes de la ciudad, se han apropiado de las herramientas públicas que les permiten impulsar a sus comunidades. Por ejemplo, este año se recibieron 187 propuestas para la Beca Poblacional Mujeres Creadoras y Emprendedoras en el Arte y la Cultura, frente a las 84 de 2024 y 70 del 2023.
En 2024, la beca se enfocó en prevenir las violencias basadas en género, beneficiando a lideresas y mujeres de las comunidades embera chamí, katio y dobida; otra para mujeres privadas de la libertad y una última que benefició a mujeres en el campo educativo y musical.
Boada añade: “Bogotá tiene unos espacios que han venido construyéndose desde la mirada de la mujer. Soy optimista y llegará el momento en que mis nietas no tengan que decir que lucharon en Bogotá sino que puedan tener la tranquilidad de haber crecido en una metrópoli multicultural, con su oferta y diversidad.
En el actual gobierno distrital, donde hay más liderazgos femeninos, más mujeres estamos al frente de procesos, con una comunicación más equilibrada e igual con los hombres y donde hay consciencia de un género, no solo por reivindicación sino por capacidades”.
Bogotá es un caleidoscopio de miradas, con una diversidad que no distancia sino que une y es parte de la riqueza que la sigue potenciando. Aquí, mujeres de distintas procedencias, etnias, formaciones y con variados intereses dialogan fomentando la sororidad.
Claudia Queregama, la mujer embera Foto:Archivo particular
Sabiduría ancestral
“Soy mujer indígena”, es lo primero que con firmeza dice Claudia Queregama, en un castellano que se mezcla con algunas palabras con esa musical sonoridad de su lengua embera katío.
Tiene 30 años, estudia trabajo social: “Voy para tercer semestre, soy una mujer lideresa, estoy fortaleciendo a nuestras mujeres indígenas, para que sean ejemplo. Muchas no hablan español, quiero que las mujeres de mi comunidad sepan que tenemos poder, voz y voto”.
Claudia Queregama vive en la Unidad de Protección Integral La Florida, en Engativá, trabaja con la Secretaría de Educación, con niños embera. Asiste a la Escuela de Mujeres de la Comunidad, que es parte del proyecto Transformaciones Culturales para la Paz, de la SCRD, junto a otras mujeres de las comunidades chamí y dobida.
En los encuentros, a través del reconocimiento de sus saberes ancestrales, mientras tejen, se genera consciencia sobre prácticas como la pintura corporal y dibujos de ese entorno en el que nacieron pero que el desplazamiento arrancó. “Plasmamos nuestro pensamiento, aprendemos a recuperar la voz, entendemos de resistencia y conocemos nuestros derechos. Nos reunimos unas 30 mujeres y nos formamos en liderazgo”.
Claudia ha trabajado en un proyecto contra la ablación, la atroz práctica ancestral que pese a estar prohibida se sigue ejecutando secretamente y mutila el clítoris de las niñas. Para eso entablan diálogo de concientización en el que involucran a las parteras, a sus abuelas y por supuesto a los hombres de la comunidad.
Damelis Zambrano es una mujer migrante Foto:Archivo particular
El aporte de los migrantes
Damelis Zambrano, de 57 años, lleva siete en Bogotá, desde que la situación sociopolítica la obligó a emigrar de Venezuela. Padeciendo xenofobia al comienzo, como tantos de sus compatriotas, entendió que integrarse, aprender y aportar era la vía para ser parte de una ciudad que ahora siente suya.
Es consejera distrital de sectores sociales y representante de la comunidad migrante en Bogotá. “Estamos unificando nuestras culturas. Son más las cosas que nos unen que las que nos separan, como las leyendas, la comida, la música en la que tenemos mucho en común con los bogotanos”, dice Damelis.
Este año, por primera vez, desde la SCRD se crearon becas para fortalecer procesos de la población migrante. El trabajo de Damelis fue acercarse a los suyos, recorrer las localidades y divulgar las bondades de este proceso que no es otra cosa que el reconocimiento del aporte que estas nuevas poblaciones pueden hacer. “Estamos siendo considerados ciudadanos. Queremos aportar y agradecer lo que este país nos ha dado”, afirma.
Juliana Velasco, cantante hip hop Foto:Archivo particular
Sonidos de ciudad
Tenía cinco años cuando Juliana Velasco encontró en el escenario un espacio seguro donde sentía esa explosión interna que se convirtió en impulso vital. A sus 19 años, el nombre de su registro civil ahora lo usa solamente para trámites oficiales, lo reemplazó por el de Tara, la diosa budista de la compasión y que, como estrella, guía a sus seguidores en el camino espiritual; la misma figura que en el hinduismo otorga sabiduría, protección y sanación.
En Tunjuelito, junto a su hermana, es parte del colectivo Hip H-Art, un proyecto de mujeres diversas que la ha conectado con otras iniciativas femeninas como el Festival Guarichas del Sur, impulsado por las convocatorios Más Cultura Local, de la SCRD.
El objetivo, además de resignificar, ayudar y visibilizar a la mujer de la escena, es evidenciar que Bogotá es territorio de multiculturalidad y arte a través de múltiples expresiones y trabajo en torno a la memoria viva y colectiva.
“El rol de la mujer en la cultura hip hop, desde mi perspectiva adolescente, debe ser empoderarse -dice-, hablar de las vivencias en este sistema patriarcal. Hemos sufrido demasiadas violencias, debemos apropiarnos de los espacios y participar más en ellos”, señala Juliana.
Ana Dalia Gómez, mujer gitana Foto:Archivo particular
Riqueza étnica
Ana Dalila Gómez Baos se pasea por la plaza de Bolívar con un vaporoso vestido rojo de flores estampadas y sus aretes largos ondean por los ventarrones capitalinos. Es abogada, gitana y pertenece a la Kumpania de Colombia, un grupo de familias de su etnia.
Hace 27 años fundó y coordina el Proceso Organizativo del Pueblo Rrom Gitano (Prorrom), para la visibilización y reconocimiento cultural e inmaterial de su comunidad.
Dice que además de pertenecer a un pueblo étnico, también es mujer. "Esto hace importante la interculturalidad con la sociedad bogotana, para que de la mano, y a partir del respeto y el fomento de valores, se puedan formular políticas que permitan mejorar nuestras condiciones de vida”.
El año pasado, el Concejo le otorgó la Cruz de Oro María Currea de Aya, reconociendo su labor por la defensa de los derechos humanos.
Es autora y coautora de los libros Opre Rroma: Una historia por contar (2024), Tras el resto de Melquiades (2005) y La construcción de la política cultural del pueblo Rrom de Colombia (2009). Mediante su participación en la construcción de la Ley de Lenguas Nativas 1381, expedida por el Minculturas en 2010, logró el reconocimiento del habla romaní como parte de las lenguas de este país.
Verónica Rincón poetiza Foto:Archivo particular
Poesía urbana
“La poesía me permite abordar diversos lenguajes, narrar, investigar, excavar en una pregunta hasta abrir espacio al respiro interior”, dice Verónica Rincón, artista escénica de profesión que, con cinco poemas, fue una de las ganadoras del primer Festival de Poesía ‘Reverso Bogotá’, organizado por la SCRD y BiblioRed en 2024. Se presentaron 685 trabajos.
Asegura que sus versos son lenguaje para tejer puentes entre lo invisible y lo visible, elaborar saberes y entablar una conversación con la naturaleza que nos hospeda.
En un mundo tanto tiempo narrado por hombres, su voz es parte de esas nuevas maneras que tocan a los otros desde las vivencias propias: “Las voces femeninas son muy diversas, no pueden encasillarse”.
Agrega que encuentra poesía hasta en los mínimos gestos cotidianos, en el canto repetitivo de un pájaro: “La poesía es un canal para alzar la voz y para pasar de ser musas y convertirnos en protagonistas”.