Por estos días, Colombia es el escenario de un evento que puede ser crucial para el futuro del planeta, la COP16 sobre biodiversidad. Este encuentro global reúne, entre otros, a líderes y científicos, para debatir estrategias que protejan los ecosistemas y las especies en riesgo. La biodiversidad, entendida como la enorme variedad de seres vivos que habitan la Tierra, no solo sostiene múltiples equilibrios naturales, sino que también es fuente de innumerables recursos para la humanidad.
Sin embargo, mientras discutimos cómo conservar esta diversidad en nuestro mundo, surge una pregunta inevitable ¿qué tal si la biodiversidad no es exclusiva de la Tierra? ¿Es posible que en los rincones más lejanos del universo existan otras formas de vida igualmente diversas?
La biodiversidad en la Tierra es asombrosa. Desde los microbios que habitan en aguas termales hasta los insectos que revolotean en lo más profundo de la selva amazónica, cada organismo está intrincadamente adaptado a su entorno. Esta rica diversidad ha evolucionado durante miles de millones de años, influenciada por factores como la gravedad, la atmósfera y la composición química del planeta, entre otros. De hecho, los cambios en los niveles de oxígeno durante la prehistoria, hace unos 400 millones de años, permitieron que criaturas tan extrañas como artrópodos del tamaño de humanos caminaran por la Tierra.
Pero, ¿y si la diversidad de la vida no se limita a nuestro planeta? Con casi 6,000 exoplanetas confirmados en nuestra galaxia, de los miles de millones que podría albergar, y con las más de un billón de galaxias que se estima hay en el universo, es posible que en muchos otros mundos las condiciones hayan permitido la evolución de formas de vida adaptadas a entornos radicalmente diferentes. Por ejemplo, en un planeta con una gravedad mucho mayor que la de la Tierra, los organismos podrían ser más compactos, con esqueletos más robustos. O en planetas con atmósferas llenas de compuestos tóxicos para los humanos, como el sulfuro de hidrógeno, la vida podría utilizar este gas para producir energía, tal como lo hacen algunas bacterias en las profundidades del océano terrestre.
Para comprender mejor estas posibilidades se requiere también de la astroquímica, que estudia la composición química del universo, clave para entender cómo podrían formarse y sobrevivir moléculas complejas más allá de nuestro planeta. Aunque la idea de que el espacio interestelar estaba vacío prevaleció durante mucho tiempo, investigaciones como las del astrónomo William Herschel hace algo más dos siglos, y, más tarde, la detección de moléculas como CH y CN en la década de 1930, revelaron que el espacio está lleno de moléculas esenciales para la vida. Con el desarrollo de la radioastronomía, se detectaron compuestos como el agua y el amoníaco en el espacio profundo, moléculas que antes se consideraban demasiado frágiles para existir en ambientes tan hostiles. Ahora sabemos que en las vastas extensiones del espacio se pueden formar y preservar moléculas complejas, esenciales para la vida tal como la conocemos. Y si esas moléculas están presentes en el medio interestelar, ¿por qué no podrían estarlo también en otros planetas?
Uno de los lugares más intrigantes donde podríamos encontrar vida en nuestro vecindario cósmico es Europa, la luna helada de Júpiter. La misión Europa Clipper emprendió hace poco una travesía de varios años camino al enigmático satélite, con planes para determinar si hay ambientes habitables bajo su superficie helada. Se cree que debajo de la corteza de hielo de Europa se oculta un vasto océano de agua líquida, lo que la convierte en uno de los lugares más prometedores para la búsqueda de vida fuera de la Tierra. Analizando su atmósfera delgada, los patrones térmicos y las posibles emisiones de agua, se podrían encontrar señales que sugieran la presencia de vida microbiana, acercándonos un poco más a responder la eterna pregunta: ¿Estamos solos en el universo?
Justamente la semana pasada, Colombia fue también sede del primer Simposio Colombiano de Astroquímica, donde expertos de todo el mundo discutieron los últimos avances sobre la complejidad molecular del universo y su relación con los orígenes químicos del cosmos, con implicaciones para la vida extraterrestre. Al fin y al cabo, los seres vivos no estamos compuestos de átomos específicos que no existan en ningún otro lugar del universo.
SANTIAGO VARGAS
Ph. D. en Astrofísica
Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional