La semana pasada, la Tierra fue testigo de una intensa actividad solar, caracterizada por los estornudos del astro rey que lanzan al espacio enormes nubes de plasma, algo normal cuando el sol está cerca del máximo del ciclo solar 25. Al llegar a nuestro planeta, estas manifestaciones perturban el campo magnético terrestre, provocando tormentas geomagnéticas que vienen generalmente acompañadas de coloridas luces danzantes en el cielo, las auroras boreales y australes.
A lo largo de los siglos, los navegantes que surcaron los océanos del mundo se familiarizaron con un fenómeno inherente al campo magnético terrestre, su capacidad para orientar la aguja de una brújula. La ciencia contemporánea del geomagnetismo ha evolucionado mucho más allá de sus inicios en la navegación, convirtiéndose en un área de estudio rica y diversa.
El campo geomagnético no solo es esencial para la navegación, sino que también se utiliza para investigar las dinámicas internas del planeta y su entorno espacial. Los datos geomagnéticos se emplean en una variedad de aplicaciones prácticas, desde la cartografía geofísica y la exploración mineral hasta la mitigación de riesgos. Una red de observatorios magnéticos a nivel mundial permite obtener registros precisos sobre la dirección e intensidad del campo magnético en puntos específicos durante largos períodos.
Entender las características del campo magnético terrestre no ha sido tarea fácil. La historia del estudio del magnetismo terrestre se remonta a siglos atrás, pero fue en el siglo XIX cuando se produjo un cambio significativo, impulsado por dos figuras clave: los científicos alemanes Alexander von Humboldt y Carl Friedrich Gauss.
Humboldt llevó a cabo extensos viajes de exploración y recopiló datos sobre el campo magnético durante sus expediciones, incluyendo los registros que hizo en 1801 de las primeras mediciones magnéticas de las que se tenga noticia en el actual territorio colombiano. Su trabajo ayudó a sentar las bases para una mejor comprensión de las variaciones del campo magnético en diferentes regiones del mundo.
Por su parte, Gauss, considerado uno de los matemáticos más influyentes de todos los tiempos, mostró un creciente interés por el magnetismo terrestre a partir de 1803. En 1832, desarrolló el primer magnetómetro, un instrumento diseñado para medir el campo magnético de la Tierra, cuando ocupaba el cargo de director del Observatorio Astronómico de Gotinga. Este avance permitió, por primera vez en el mundo, medir la intensidad de los campos magnéticos de forma absoluta.
Junto a uno de sus pupilos, Gauss fundó la Asociación Magnética de Gotinga, promoviendo la creación de una red de observatorios magnéticos a nivel global. Esto dio origen a lo que se conoce como la "cruzada magnética", un esfuerzo conjunto para mapear el campo magnético terrestre y comprender mejor sus variaciones. A medida que las técnicas de medición avanzaron, la ciencia del magnetismo se benefició de innovaciones como la medición automática y la adquisición electrónica, lo que permitió la recopilación de datos certeros.
En Colombia, el legado de estos esfuerzos se refleja en el Observatorio Geomagnético de Fúquene, que ha estado operativo desde 1953. Recientemente, se han instalado nuevos equipos que permitirán realizar un seguimiento más preciso de las variaciones del campo magnético terrestre en nuestra latitud, contribuyendo así a la comprensión de las perturbaciones geomagnéticas y proporcionando datos valiosos para la investigación científica y la protección de infraestructuras críticas a nivel mundial.
La cruzada magnética, iniciada por Humboldt y Gauss, tiene hoy más relevancia que nunca. A medida que continuamos uniendo esfuerzos para comprender el comportamiento del principal escudo protector de la Tierra, también nos enfrentamos a los desafíos que plantea el clima espacial sobre nuestra tecnología moderna.
SANTIAGO VARGAS
Ph. D. en Astrofísica
Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional
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