Por estos días se ha vuelto común, en varios estamentos de esta sociedad, una enriquecedora e importante reflexión sobre lo colombiano. El equipo de aquel bello documental sobre nuestra naturaleza titulado Colombia: magia salvaje y el inquieto empresario Martín Nova, autor de dos extensos libros de entrevistas que, en orden de aparición, devuelven la voz a los protagonistas de nuestro arte y a los comandantes del Ejército que fueron testigos inmejorables de décadas de conflicto armado interno, han conseguido sumarle a la conversación un nuevo documental que retrata, celebra y lee entre líneas –con rigor y profundidad– la tradición vallenata del país: el título es Leyenda viva, el alma de un pueblo, y sí que vale la pena verlo y escucharlo.
Se trata, por supuesto, de un homenaje a los juglares que han cantado los dramas colombianos con dolor y con gracia. Desde el principio hasta el final consigue poner en contexto una cultura llena de poesía y de olvidos anterior a los reveses sociales –de las crisis ambientales a las perturbaciones que trajo el narcotráfico–, con la mirada puesta en una nación que sí lo ha sido pero ha tenido serios problemas para reconocerse. Gabriel García Márquez, Leandro Díaz, Alejo Durán, El Binomio de Oro, Rafael Manjarrés, Carlos Vives, Chabuco, Fonseca: hay tantas voces colombianas, de tantas épocas del país, en un documental de un poco menos de dos horas, que al final queda en el espectador la sensación de haber visto una rauda e inteligente historia de Colombia.
Según dijo el propio Nova en su entrevista con EL TIEMPO, el propósito de Leyenda viva fue desde el comienzo seguirse preguntando de dónde venimos: “He encontrado en la conversación, en el formato de la entrevista, una herramienta literaria para contar historias a través de sus protagonistas”, dijo. Su idea ha sido ser un vehículo para la memoria. Impedir que se pierda de generación en generación lo que hemos sido muchas veces a pesar de nosotros mismos. Sin duda, lo ha logrado.
EDITORIAL