Cuando se habla de transición energética, lo primero que se nos ocurre son vehículos eléctricos y el cambio de energía fósil por energía renovable. Sin embargo, es importante aclarar que el concepto de transición energética corresponde a un cambio estructural en el uso de la energía. Esto implica cambios en la fuente de energía, el tipo de combustible, suministro y distribución, llevando consigo un cambio en todas las dimensiones del sistema socioeconómico.
Lo anterior nos lleva a afirmar que esta no es la primera vez que la historia de la humanidad vive una transición de su matriz energética; la revolución industrial, por ejemplo, está definida como el proceso de transformación económica, social y tecnológica, iniciándose una transición de trabajo manual y tracción animal al uso de maquinaria.
La necesidad del cambio de energía fósil por energía renovable, producto del cambio climático y la urgencia ambiental que esto está generando a nivel global, ha llevado a los Gobiernos de los diferentes países a incorporar el tema de la transición energética dentro de sus agendas.
Necesitamos del trabajo mancomunado del sector privado, público, academia y demás organizaciones.
El Gobierno actual ha sido enfático en la urgencia de incorporar energía limpia; de igual manera, en Gobiernos anteriores también se ha abordado el tema. Al respecto, se ha hablado mucho de que Colombia por su ubicación geográfica tiene grandes oportunidades de desarrollo de proyectos de energía eólica. Y en cuanto al potencial de generar energía limpia, los datos nos ayudan bastante. Según cifras de la Asociación Colombiana de Generadores de Energía Eléctrica, la matriz de generación eléctrica colombiana es una de las más limpias del mundo. Cerca del 68 % de la capacidad instalada es de fuentes renovables de energía eléctrica, y corresponde a 0,1 % solar, 0,9 % cogenerador, 0,1 % eólica, 30,7 % térmica y 68,3 % hidráulica.
Por otro lado, en términos jurídicos y de normatividad, son varias las iniciativas gubernamentales que se han adelantado en diferentes Gobiernos para acelerar la incursión del país en los mercados de energías renovables, tal como la Política de Eficiencia Energética de 2015, el Conpes 4075, entre otros instrumentos.
Por ejemplo, la Ley 2036 de 2020, que supuso la autorización al Gobierno Nacional para financiar, con aportes del Presupuesto General de la Nación y el Sistema General de Regalías, la participación de las entidades territoriales en proyectos de generación de energías a través de Fuentes No Convencionales de Energía Renovable (FNCER) como la biomasa, aprovechamientos hidroeléctricos, energía eólica, geotérmica, solar y de los mares, entre otras.
Sin embargo, en este punto, es importante tener claro que para aprovechar las oportunidades de la transición energética es necesario un marco normativo y jurídico fuerte, y a la vez, necesitamos del trabajo mancomunado del sector privado, público, academia y demás organizaciones.
Es mucho el camino que falta por recorrer para aprovechar las oportunidades del cambio de matriz energética. Por ejemplo, es importante apoyar aún más proyectos de investigación y desarrollo que generen avances tecnológicos en la materia. Adicional a lo anterior, necesitamos un cambio de paradigma en el modelo económico y es necesario repensar los modelos productivos, de consumo y distribución enfocados en la convivencia ambiental y no sustentados en una economía extractivista.
* Investigadora Laboratorio de Sostenibilidad Empresarial, de la Pontificia Universidad Javeriana