Por estos días, Mariana Mazzucato, la ilustre profesora directora del Instituto para Innovación y Propósito Público en University College London (UCL), profesora de Economía de Innovación en la Universidad de Sussex y doctora honoris causa por la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), ha agitado más el debate público, tan convulsionado, hablando de tecnofeudalismo y tiene toda la razón. Ya las grandes empresas de telecomunicaciones habían agitado el cotarro al hablar de fair share, acerca de lo que hablé y apoyé en las páginas de Portafolio y que no es otra cosa que pedirles a las grandes empresas TIC del mundo, las mayores consumidoras de ancho de banda, que paguen por pasar por las redes de ellos. Hoy, el ancho de banda, a nivel mundial, se lo llevan Meta, Google, Amazon, Netflix, TikTok y todas las plataformas de video y de videojuegos.
Europa se adelantó a la discusión y ha sacado una iniciativa denominada EuroStack, una alternativa europea para la soberanía digital, que fue investigada por el instituto que dirige la Mazzucato y por otras entidades. Hoy los datos de todo el mundo los explotan unas cuantas empresas, y las más grandes son norteamericanas. En algún momento del camino perdimos el viaje hacia una sociedad del conocimiento y hoy estamos en la era de la desinformación, de la vigilancia y de la manipulación, descritas e investigadas por ilustres intelectuales como Zhoshana Zuboff, Michel Desmurget, Jonathan Haidt, Yuval Noah Harari y tantos otros más.
Nuestro presidente, Gustavo Petro, viene hablando de la construcción de tres grandes centros de datos en Santa Marta y que habría conseguido parte de la financiación con Emiratos Árabes Unidos en su reciente periplo internacional. El columnista de EL TIEMPO Diego Santos criticó la iniciativa diciendo que es inviable hacerlo en una ciudad costera, al nivel del mar y en el trópico. No estoy de acuerdo con el exgerente de Twitter para Colombia. Él sabe que es posible, así lo deja entrever cuando afirma que es muy costoso el mantenimiento por la fuerte refrigeración requerida. Entonces sí se pueden hacer en Santa Marta. Lo que hay es que buscar una forma más económica de producir energía para esos enormes centros de datos, y la solución es hacerlo con un enorme parque solar para ellos solos, como ya ha hecho Google en algunos de sus data centers. El principal punto de conexión a la red (NAP) está en Barranquilla. Santa Marta puede ser ese sitio.
Se nos vino la era de la desinformación, de la vigilancia y de la manipulación y nos agarró desprotegidos y desarmados.
Lo que debe preocupar a los samarios y colombianos es la sostenibilidad del sitio y hay que garantizar unos recursos para el proyecto. Si estamos hablando de soberanía de datos, la licitación para la nueva concesión del y comercializador de nuestro dominio CO debe quedar en manos de una empresa que en su mayoría societaria sea colombiana y tenga o pueda contar con data centers en Colombia, y las utilidades de dicha concesión deben ser para este proyecto de Santa Marta para que nuestros datos no los maneje una multinacional gringa y que estén depositados en nuestro territorio. No puede estar en manos de una empresa cuya integración vertical monopolística le permite manejar todo por fuera del país. Hoy, incluso los datos de las entidades gubernamentales reposan en data centers en el exterior; el ciberataque a IFX hace dos años nos demostró cuán expuestos estamos.
Necesitamos pensar en la soberanía de nuestros datos hoy más que nunca, y esa es una buena manera de arrancar con una empresa nacional istrando y comercializando nuestro dominio CO y con centros de datos propios, no importa dónde queden, lo importante es que sean de Colombia y que queden en nuestro territorio.
Se nos vino la era de la desinformación, de la vigilancia y de la manipulación y nos agarró desprotegidos y desarmados.
(*) Analista de tendencias digitales. Columnista de Portafolio y colaborador de EL TIEMPO, de DPL News y de Razón Pública.