Un interesante tema de tesis doctoral para un estudiante de ciencia política, historia, derecho y hasta relaciones internacionales sería el del extraño proceso de transfiguración de la figura de Simón Bolívar, de símbolo y héroe de la liberación de cinco repúblicas a reciente referente de la izquierda, particularmente en dos países de América Latina: Venezuela y Colombia.
En ninguna de las muchas y documentadas biografías escritas sobre la vida del Libertador se lo asocia con ideas socialistas o comunistas. Ni siquiera en la extraordinaria biografía novelada de García Márquez El general en su laberinto, donde aparece un Bolívar decepcionado, incluso de su propia patria venezolana, hay asomo alguno que permita encasillarlo como defensor de causas populares.
Su genio político y militar lo empleó en la empresa de liberación de las colonias del imperio español. Pero aun esa guerra de “liberación”, como aparece en varios textos históricos, no la adelantaron las clases populares, sino las clases medias ilustradas integradas en su mayoría por descendientes directos de españoles. El memorial de agravios –que al parecer no llegó a su destino– no planteaba siquiera la separación de España, como tampoco lo hizo el acta del 20 de julio.
La guerra de liberación no incluía la de los esclavos. La familia de Bolívar, y él mismo, tuvo esclavos como el leal José Palacios que describe Gabo. La esclavitud solo vino a abolirse en la conocida Ley 2 del 21 de mayo de 1851, en el gobierno liberal de José Hilario López. Se repitió en la Constitución conservadora de Núñez y Caro, cuyo artículo 22 decía: “No habrá esclavos en Colombia, quien siendo esclavo pise territorio colombiano quedará libre...”.
Tal vez un historiador cercano le podría recordar al presidente Petro que no hemos vivido 200 años de esclavitud. De ser cierto, habrían participado en el sostenimiento de la infamia muchos de sus actuales aliados políticos.
En las cinco repúblicas liberadas siempre ha habido un culto más que justificado por la figura de Simón Bolívar como gestor de la independencia. Hace varios años asistí a un acto en la frontera con el entonces director de la Policía del gobierno Barco, el general Miguel Gómez Padilla, y nos llamó la atención que cuando los oradores mencionaban el nombre de Bolívar, los militares se ponían de pie y repetían “Libertador de cinco repúblicas”. Era el gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Fue con la llegada de Hugo Chávez cuando Bolívar vino a ser referencia del socialismo del siglo XXI, hasta el punto de cambiar el nombre de Constitución venezolana a Constitución bolivariana.
En Colombia, fue el Partido Conservador el que se apropió del pensamiento de Bolívar. Los grandes lideres de ese partido –Laureano, Ospina Pérez, Valencia, Alzate Avendaño y Pastrana Borrero– invocaban siempre su nombre. Este último tenía en su despacho una de las frases del Libertador: “Solo le hace bien al gobernante quien le dice la verdad”.
En cambio, los lideres liberales, Echandía, Lleras Camargo y Barco, exaltaban más la figura de Santander. Tampoco invocaban a Bolívar los grandes líderes de la izquierda colombiana, como Uribe Uribe o Jorge Eliécer Gaitán. Y menos los comunistas, pues probablemente influía en ellos un texto de Carlos Marx en el que despreciaba la figura de Bolívar.
El general Rojas Pinilla, quien mucho después formó un movimiento populista de derecha, la Anapo, el 13 de junio de 1953 –como golpista– en su discurso para asumir el poder invocaba la protección de Cristo –Nuestro Señor–, claro está, y al Libertador Simón Bolívar.
Es curioso que tanto Rojas Pinilla en ese discurso como el movimiento guerrillero M-19, surgido para protestar por alegado fraude que le impidió al líder populista de derecha llegar al poder por la vía democrática, invoquen a Bolívar y que el primer publicitado golpe haya sido el robo de una de sus varias espadas de su quinta. Sobra decir que en la Constitución boliviana que redactó, el Libertador planteaba una presidencia vitalicia y hereditaria.
Pero pueden citarse otras frases de Bolívar Libertador: “Pena de muerte a los corruptos”. “La mejor política es la honradez”. Sin ubicarlo en la izquierda –que no lo fue–, sería una forma de reivindicar su pensamiento.
ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ