Cuando en días pasados salió a la luz pública el más reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, su sigla en inglés), las reacciones no se hicieron esperar. En términos generales, la mayoría fueron de preocupación ante el mensaje de que el calentamiento global continúa con mayor velocidad que la esperada, ocasionando ya pérdidas irreversibles.
Debido a ello, lo dicho por casi un millar de científicos de 67 países reunidos en este debe interpretarse como un llamado urgente a la acción. Este concierne directamente a América Latina y el Caribe, afectada de manera creciente por olas de calor, sequías e inundaciones, que acaban con vidas, biodiversidad e infraestructura.
Es verdad que la región no es una fuente significativa de contaminación, pues sus emisiones de gases de efecto invernadero representan el 8,4 por ciento del total mundial. Sin embargo, enfrenta un riesgo enorme que se resume en la acelerada pérdida de biodiversidad, atribuible a una planeación inadecuada del desarrollo sectorial, la acelerada transformación de coberturas naturales y un progresivo aumento de la contaminación.
Lograr revertir la tendencia exige compromisos serios y verificables, en la adopción tanto de políticas públicas hacia un modelo de crecimiento sostenible como de programas en el terreno. También es indispensable un esfuerzo financiero sustancial, calculado por el Foro Económico Mundial en 77.000 millones de dólares durante la presente década.
Frente a ese desafío, en CAF no nos hemos cruzado de brazos. A la fecha, los esfuerzos realizados se han concentrado en tres áreas focales: ecosistemas estratégicos; bosques y biodiversidad urbana; y soluciones de negocios basados en la naturaleza. No obstante esos avances, ahora contamos con una propuesta renovada que se sintetiza en una agenda de Banco Verde para el próximo quinquenio, alineada con los compromisos de nuestros países socios en el marco de la Agenda 2030, el Acuerdo de París y el Marco Mundial de la Biodiversidad. Esta viene acompañada de un robustecimiento de la capacidad estratégica y operativa de la entidad a mi cargo.
En concreto, estamos hablando de 25.000 millones de dólares de financiamiento verde directo en cinco años, incrementando la participación de este segmento al 40 por ciento de todas nuestras operaciones de crédito en 2026. Junto con lo anterior, lideraremos un diálogo constructivo con otros bancos de desarrollo, gobiernos, sector privado, academia y sociedad civil en torno a la sostenibilidad.
La agenda temática es amplia e incluye renglones claves. El seguro a agua potable es uno de ellos, lo que comprende programas de saneamiento y tratamiento de aguas residuales o recuperación de suelos y cuidado de cuencas.
No menos importante es el respaldo a la economía circular para fomentar la disminución de insumos o el reciclaje de materiales. La transición energética es igualmente crucial, comenzando por la generación a partir de fuentes renovables o los programas de eficiencia energética.
Estamos igualmente comprometidos con el uso de herramientas digitales, lo cual abarca, por ejemplo, inversión en tecnologías para la gestión de riesgos de desastres. En lo que atañe a la agricultura, estamos hablando de respaldar modelos que permitan incrementar la productividad con sostenibilidad. Y no podemos olvidar lo forestal, tanto para restaurar bosques y tierras degradadas como para apoyar los productos no maderables.
En conclusión, tenemos un compromiso firme que consiste en salvar esta casa común de un peligro real, como es el de las repercusiones que trae el cambio climático. Sabemos que es imperativo redoblar esfuerzos y que en ese empeño no hay otra salida que la de sumar voluntades. Pero sobre todo no olvidamos la responsabilidad frente a las futuras generaciones de latinoamericanos y caribeños, que son los que recibirán la herencia de lo que hagamos hoy, para que puedan vivir mejor mañana. De ahí que nuestro énfasis sea señalar que somos parte de la solución, no del problema.
SERGIO DÍAZ-GRANADOS
Presidente de CAF