En medio de las presiones del día a día resulta fácil olvidar los desafíos que enfrentamos en el mediano y el largo plazo. De ahí que la Cumbre Mundial de Bancos de Desarrollo que tiene lugar esta semana en Cartagena sea una excelente oportunidad para tomarle el pulso a varios de los grandes temas de nuestro tiempo.
Esta cuarta reunión anual, que convoca a más de medio millar de entidades que operan en el ámbito nacional y multilateral a lo largo y ancho del planeta, se enmarca dentro de la iniciativa Finanzas en Común. Su propósito gira en torno al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible con miras a 2030 y el Acuerdo de París sobre cambio climático.
Lo conseguido en ambos frentes muestra algunas luces, pero también muchas sombras. Tanto la consolidación de los logros alcanzados en la lucha contra la pobreza extrema como el propósito de limitar el alza de las temperaturas promedio se encuentran bajo un gran signo de interrogación.
De ahí que los bancos de desarrollo –que en 2020 acumulaban más de 11,2 billones de dólares en activos– estén en la obligación de incrementar su coordinación y adoptar un enfoque integral en la planificación de proyectos, además de ser más pertinentes y audaces en el diseño de soluciones innovadoras. Esto bajo la convicción de que minimizar el impacto climático no tiene que contraponerse al combate a la pobreza, ni viceversa.
Para CAF es motivo de orgullo participar –junto con Bancóldex, el BID, Alide y el BEI– en la organización de este evento. Hacemos nuestros aportes con la convicción de que América Latina y el Caribe puede contribuir de forma sustancial a la solución de los grandes problemas globales.
Claramente, en la región nos encaramos a la necesidad de crecer a un ritmo más elevado y ello hay que hacerlo de manera incluyente. Aparte de que veníamos a paso lento, la pandemia causó retrocesos que todavía se sienten en muchos de nuestros países.
Una buena dinámica en la actividad económica es una condición necesaria para progresar, así no sea suficiente a la hora de construir sociedades mejores. Para conseguirlo se requieren medidas complementarias orientadas a disminuir la desigualdad y a construir esquemas ambientalmente sostenibles.
Ese es el motivo por el cual en CAF hablamos de una transformación verde, la cual apoyamos de manera decidida a través de préstamos y cooperación técnica. La transición energética forma parte de este proceso, que debe permitir la adopción de más fuentes limpias para la generación de electricidad y el aprovechamiento del gas natural en esta parte del mundo.
Dicho lo anterior, vale la pena subrayar que latinoamericanos y caribeños tenemos una participación menor en la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. En realidad, por nuestras vastas áreas de bosques nativos y selvas, que absorben dióxido de carbono, somos más parte de la solución que del problema.
Tal afirmación no desconoce que existen grandes obstáculos y amenazas. Una obvia es la deforestación que trae la pérdida anual de miles de hectáreas anuales de vegetación nativa, por lo cual es imperativo convertir en realidad más esquemas que reconozcan monetariamente el cuidado de ese patrimonio colectivo.
A lo largo de las sesiones previstas en Cartagena hablaremos de este y otros temas fundamentales. Los cuatro ejes definidos abarcan asuntos como inclusión e innovación financiera, biodiversidad, infraestructura y agenda institucional de los bancos de desarrollo, debates que se acabarán concretando en una declaración colectiva con compromisos concretos.
Pero más allá de lo que digan esas líneas, está la voluntad evidente de proponer y volver realidad las respuestas a múltiples riesgos. Solo mediante la acción colectiva podremos salir adelante en este momento decisivo para la humanidad, en el cual hay que poner en práctica el lema aquel de “la unión hace la fuerza”.
SERGIO DÍAZ-GRANADOS
Presidente de CAF, el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe