Lo que ocurre con el Eln es la crónica de un fracaso anunciado. Desde el inicio de esas conversaciones, insistimos en que no tenían absolutamente ninguna posibilidad de éxito, y que el fracaso era totalmente inevitable. Sin embargo, Petro, con su habitual ligereza de lengua, afirmaba con todo el énfasis y el desparpajo que siempre acompañan sus fallidos anuncios, que el Eln se desmovilizaría al cabo de tres meses de conversaciones con su gobierno.
Hoy es más que evidente lo que también hemos afirmado desde el comienzo: el Eln utiliza los diálogos como una táctica de distracción dentro de una estrategia de expansión y fortalecimiento. Y el gobierno sin proponérselo y cegado por su voluntarismo y su ideologismo, le ha hecho el juego a esa estratagema. Dentro de los planes del Eln no aparece ni remotamente su desmovilización ni su desarme. Siendo objetivos, hay que reconocer que esto lo afirman y reiteran abierta y públicamente sus principales cabecillas cada vez que tienen la ocasión. Su voluntad de paz es absolutamente inexistente. Su decisión de continuar con sus actividades antisociales y criminales es absolutamente firme e inapelable.
Claro, los voceros del gobierno, con un candor digno de mejor causa, no se cansan de afirmar que nunca unos diálogos con ese grupo armado habían avanzado tanto. Y mientras esto cree el gobierno, el Eln ha aprovechado el obsequio gratis que le ha hecho Petro al declarar unilateralmente un cese al fuego desde el mismo comienzo de las conversaciones. Como es sabido, este cese al fuego ha ocasionado una parálisis de las operaciones militares contra este grupo criminal, al tiempo que ha sido aprovechado por el mismo para fortalecerse y expandirse. Según la Defensoría del Pueblo en 2022 el Eln tenía presencia en 189 municipios, mientras que dos años después de diálogos y de cese al fuego unilateral del gobierno ha aumentado su presencia a 231 municipios. Es decir, como resultado de la política gubernamental de ‘paz total’, esa guerrilla ha ampliado su actividad delictiva a 42 municipios más.
El actual debilitamiento de la capacidad represiva del Estado incentiva a los ilegales a continuar en el crimen
Al mismo tiempo, paradójicamente, la crisis política en Venezuela está favoreciendo al Eln. En efecto, este grupo actúa en Venezuela como una banda paramilitar al servicio de la dictadura de Maduro, proporcionándole control de territorio y de población, y entrenamiento a sus milicias criminales, a cambio de a minas de oro y a recursos multimillonarios derivados de los vínculos del régimen con el narcotráfico, entre otros recursos. Nunca fue más necesario que ahora el Eln para la dictadura de Maduro. Por su nula legitimidad y su gran fragilidad política ese régimen requiere más que nunca del apoyo de grupos criminales armados para su supervivencia. Se estima que cerca de 1.300 de los 6.000 integrantes de dicha agrupación armada están ahora en Venezuela, donde tiene una robusta retaguardia estratégica. Fortalecido en Colombia y Venezuela, el Eln no tiene hoy ninguna presión, ni razón, ni incentivo alguno para desmovilizarse.
Tal y como se hizo con las Farc, mientras al Eln no se le debilite críticamente mediante la acción efectiva de la fuerza legítima del Estado, no habrá ninguna posibilidad de obligarlo a desmovilizarse y a desarmarse. No es un problema de falta de método, de estructura o de agenda en los diálogos de paz, ni de habilidad o impericia de los negociadores. Lo que hay que entender es la lógica criminal, que siempre hace un balance entre el riesgo y la ganancia de continuar en el crimen, frente a la alternativa de abandonarlo. El actual debilitamiento de la capacidad represiva del Estado incentiva a los ilegales a continuar en el crimen.
Y esto mismo vale para las otras muchas bandas criminales que hoy azotan el país fortalecidas por la inacción, la impericia y el desgreño del gobierno Petro en materia de seguridad, y por la consecuente bonanza de narcotráfico y de rentas criminales que las alimentan y engordan. Como el país carece hoy de una política de seguridad nacional, no se le puede reclamar a sus Fuerzas Militares que tengan una estrategia militar eficaz, y al no haber estrategia militar, la confusión táctica y operacional de la Fuerza Pública, además de su desmoralización y parálisis, es el resultado inevitable. Y el caos en el país también.