En 1934, muy cerca del puerto de Jaffa, uno de los más antiguos en el mundo, desembarcó un niño de nombre Shimon Peres en lo que entonces se conocía como el Mandato británico de Palestina, justo 14 años antes de la fundación del Estado de Israel. Sin saberlo en ese entonces, 85 años después, el más increíble soñador que haya tenido Israel en los últimos 100 años erigiría justo en ese punto el Centro Peres para la Paz y la Innovación, un museo que muestra por qué Israel ha logrado tanto en menos de un siglo.
En el interior del imponente complejo de hormigón y tiras de vidrio se revelan los cuatro propulsores sobre los que se ha desarrollado la innovación de esta pequeña nación de poco más de 10 millones de habitantes, la que más invierte en el mundo en investigación y desarrollo proporcionalmente a su PIB. Pese a ser un hombre criado por y para la guerra, Peres se dio cuenta de que la supervivencia de su país dependería exclusivamente de su capacidad de innovación. Y así fue.
Israel es hoy el país con mayor número de emprendimientos en el planeta. Las empresas más importantes del mundo tienen operaciones aquí para el desarrollo de soluciones, lo que lo convierte en uno de los epicentros más importantes de la civilización moderna y, de igual manera, un jugador clave para la supervivencia de la humanidad. Es una ironía que su propia existencia se haya visto permanentemente amenazada desde el primer día de su creación.
En la década de los 60, el Gobierno israelí trazó cuatro ejes sobre los cuales desarrollar su innovación: en torno a la sociedad y la cultura; la medicina, la salud y la neurociencia; tecnologías de la información y agricultura y agua. En cada uno de esos campos han surgido cientos de iniciativas exitosas que han beneficiado al planeta entero, como por ejemplo el desarrollo de efectivos sistemas de irrigación para zonas áridas. Israel, por ejemplo, suministra el 80 por ciento del agua a Jordania. El Centro Peres narra las historias de centenares de innovaciones que han acelerado el progreso del planeta. En 1955, el doctor Zvi Tavor desarrolló unos es solares negros que duplicaban la generación de energía solar. Entre 1970 y 1991, investigadores de la Universidad Hebrea trabajaron en la evolución del tomate cherry, convirtiéndolo en uno de los vegetales más apetecidos del mundo. En 2001 desarrollaron una píldora que contenía una microcámara por dentro, evitando así procedimientos invasivos. En el 99 se inventaron la memoria USB, y tres años antes, el ICQ, que fue el precursor de todas las aplicaciones de chat que existen hoy.
Las empresas más importantes del mundo tienen operaciones aquí para el desarrollo de soluciones, lo que lo convierte en uno de los epicentros más importantes de la civilización moderna y, de igual manera, un jugador clave para la supervivencia de la humanidad
Les confieso que siento tristeza, que me da una infinita tristeza ver el subdesarrollo de nuestro país, que no veo un solo líder político que tenga una mentalidad siquiera parecida a la de los israelíes, tan necesaria en estos momentos tan desafiantes en Colombia. Tampoco nosotros, los ciudadanos. Somos cortoplacistas, no soñamos en grande y nos alegra más el mal ajeno que el bien común. Lo más cercano que hemos tenido a los israelíes, los paisas, los miramos con envidia en vez de replicar masivamente su ejemplo.
Pero bien decía Peres que de nada sirve relamerse en los lamentos, sino que siempre, siempre, hay que construir una mirada optimista, sin importar lo difíciles que puedan ser las circunstancias. Colombia puede y debe ser un país grandioso. Hoy, más que nunca, sus políticos más vanguardistas deben articularse con empresas, universidades, emprendedores y sociedad civil para trazar una ruta ambiciosa de cara a las próximas décadas. Israel debe ser nuestro principal aliado, y no debemos conformarnos con buscar tan solo a una decena de empresas israelíes, sino a centenares de ellas. Colombia tiene la obligación, sin más demora, de pensar en grande, como Shimon.
DIEGO SANTOS
Analista digital
En X: @DiegoASantos