Pero la falta de conexión política llevó al Presidente a perder su legitimador más importante, LA CALLE, porque marcharon en su contra: 1) Los médicos y los pacientes. 2) Los jóvenes, desilusionados ante la falta de oportunidades. 3) Los ciudadanos, en especial de departamentos como el Valle del Cauca, Santander, Nariño y Antioquia, que son víctimas del fortalecimiento de la delincuencia ante la complacencia del Gobierno. 4) Los habitantes de Bogotá, Barranquilla y Medellín que ven cómo el odio a sus dirigentes ha conllevado a la mezquindad de atravesarse en los Juegos Panamericanos, vías y el metro. 5) Los que están preocupados con el deterioro de la economía.
Lamentablemente las marchas parecieron invisibles para el Gobierno, que las descalificó. Fue la misma actitud de otros sectores que hace cuatro años hicieron oídos sordos al estallido social.
Jürgen Habermas, uno de los mayores filósofos de la historia de la humanidad, creó una teoría para la comprensión de lo que pasa hoy en Colombia: la ética discursiva. Para este filósofo alemán, luego de siglos de guerras, hambre y violencia, la humanidad ha descubierto que la única forma de legitimar las decisiones políticas en un Estado es a través del diálogo sincero entre todos los actores sociales. Para ello, dentro de su obra la teoría de la acción comunicativa requiere un debate abierto, público y participativo sobre los principales problemas de una sociedad, para llegar a consensos sólidos mediante la argumentación. Sin embargo, este gobierno estigmatiza al opositor y se niega a construir consensos.
La disolución de los acuerdos políticos en el Congreso hundió las principales reformas del Gobierno y lo ha llevado a buscar aliados fuera del sistema representativo. No es algo nuevo en el mundo, de ello hablan politólogos modernos como Bobbio y Ernesto Garzón. El problema es que la coherencia de la búsqueda de alternativas al cierre de los debates en el recinto parlamentario implicaría escuchar a todas las calles y no solo un sector. En ello, los partidos tradicionales recibieron una dura lección cuando sin saber leer el estallido de 2020 perdieron las elecciones en el 2022.
Nuestra historia nos ha mostrado en lo que terminaron estas radicalizaciones. Más violencia y una guerra sin inicio ni final. Muchos liberales y conservadores terminaron en ‘pájaros’ y ‘chulavitas’. Muchos radicales ideólogos conformaron guerrillas y paramilitares. En medio de toda esta tormenta solo queda la población que, como siempre, ve que el país político no tiene unos propósitos comunes, unos ideales como decía Álvaro Gómez “sobre lo fundamental”.
Necesitamos de la grandeza del Presidente para que no ignore las marchas y sepa que la consolidación de la democracia colombiana requiere una suma de inclusión y capacidad de respuesta al descontento social, y vuelva a liderar un acuerdo nacional que le responda al descontento que se está movilizando.
P. D. Las audios de Aida Merlano demuestran la putrefacción de nuestro sistema electoral y cómo se judicializó la política para acabar al contrario. Su testimonio queda sin valor y lo tacha de falaz un estudiante de primer grado por falta de imparcialidad. En el 2022 se vivió una de las campañas más desleales de la historia de Colombia.
LUIS FELIPE HENAO