La semana pasada escribí en este mismo espacio una columna planteando la necesidad de explorar una 'tercera vía' para alcanzar un acuerdo que permita una reforma laboral sin consulta popular y, lo más importante, sin la destrucción del aparato productivo del país, que llevaría, en últimas, al aniquilamiento del empleo formal en Colombia. Desde entonces hasta hoy, varias cosas han pasado.
La primera: la terca insistencia, por parte del ministro del Interior, de decir que "la consulta va porque va". Y entonces uno se pregunta: ¿no les interesa buscar consensos? ¿No quieren agilizar las cosas para ampliar los derechos de los trabajadores, sino que lo que buscan es anticipar, como sea –y por eso el "sí o sí" de Benedetti–, un proceso electoral y una campaña costosa e innecesaria para el país, pero tremendamente rentable para los intereses del gobierno de turno?
Lo segundo que ha pasado es que, por su parte, el Congreso se está moviendo duro para alcanzar esos acuerdos. Hay 5 o 6 iniciativas nuevas de reforma laboral presentadas por distintos parlamentarios y, cuando uno habla con ellos, todos tienen interés en que se acumulen las propuestas para dar un trámite rápido y sacar adelante la mejor reforma laboral posible sin el desgaste –y derroche– al que nos quiere someter el Ejecutivo con su consulta popular. Eso es sano y positivo y, si se quiere, el presidente Petro podría aprovechar ese ambiente para sumarse y pedalear la reforma en el Congreso, pero, insisto, la intención es otra y nada tiene que ver con el pueblo trabajador, sino con las elecciones de 2026 y la necesidad de que el Gobierno acabe ya y la campaña empiece pronto.
Lo tercero es que cada vez encuentra uno más eco en la opinión pública alrededor de explorar una salida distinta, pragmática, seria y enfocada, de verdad, en los trabajadores, sin tener que realizar una consulta popular.
El cardenal de Colombia, Luis José Rueda, así lo dijo en una entrevista en este mismo medio: "La proximidad de las elecciones y la realización de la consulta popular les puede robar seriedad y visión de país tanto a la consulta como a las elecciones. Nos exponemos a una mezcla poco sana. Pero no podemos olvidar que la reforma laboral es necesaria y urgente en Colombia".
Ojalá se logre el consenso y, de paso, que esto ayude a desenmascarar las intenciones de los que solo quieren ganar elecciones y no pensar en las próximas generaciones.
En el mismo sentido leí una opinión de Humberto de la Calle en la red social X, diciendo que "hay que buscar acuerdos tanto en los mecanismos de concertación con trabajadores y empresarios como en el Congreso/Gobierno".
Lo cuarto que ha ocurrido, y tampoco hay que desconocerlo, es que los comerciantes y empresarios pequeños levantan la mano para decir que, en su caso, un cambio en las reglas de juego de las horas nocturnas y los dominicales y festivos les pegaría muy duro y que es mejor "dejar así". Hacen cuentas de un costo por encima de los 6 billones de pesos al año, si se aprobara una reforma en ese sentido.
Más que entendible. El problema es que la presión en la olla ha aumentado y hay que liberarla sensatamente; cediendo todos; poniendo para recibir, ojalá en el mediano plazo, con una economía más sólida, recuperando la confianza y dejando claro que el concepto de fraternidad entre los trabajadores y los empleadores debe ser más fuerte y duradero que el de la lucha de clases.
Una reforma laboral por consenso es, en ese sentido, posible, y quienes no quieren hacer parte de ese gran acuerdo es porque tienen una agenda particular que va en contravía del interés común. Ojalá se logre el consenso y, de paso, que esto ayude a desenmascarar las intenciones de los que solo quieren ganar elecciones y no pensar en las próximas generaciones.