Cuando el historiador Gonzalo Fernández de Oviedo contempló un objeto inamovible en la tierra, pensó que era una piedra. De pronto, la piedra comenzó a moverse. Fernández de Oviedo quedó estupefacto. Un indio taíno que estaba a su lado le aclaró que eso que se movía en la tierra no era una piedra, sino un “tatu”, un armadillo. Allí comenzó la crónica fantástica.
En el país, hemos tenido importantes cronistas como Germán Castro Caicedo, Ernesto Samper Pizano, Silvia Galvis, Alberto Salcedo y el mismo Gabo.
En Cali, una ciudad que se nutrió de las crónicas rojas del periodista Henry Holguín; las crónicas sobre la muerte de Gaitán, de Arturo Alape; las crónicas sobre migrantes latinos en Nueva York; y las recientes crónicas noveladas de Carlos Fajardo, queremos destacar aquí el libro de crónicas titulado Detrás de la luna (Univalle) de Alejandro López, que fue presentado en la reciente Feria Internacional del Libro de Bogotá.
En su libro, López nos trae seis exquisitas crónicas que giran alrededor de seis momentos clave de la ciudad.
Detrás de la luna se abre con un relato titulado La otra batalla, donde una voz femenina narra las últimas horas de la muerte del estudiante Édgar Mejía ‘Jalisco’ en el barrio San Fernando de Cali.
En la crónica, Matilde, quien es la novia de ‘Jalisco’ y estudiante de la universidad, narra los acontecimientos que vivió la ciudad el 26 de febrero de 1971.
Se trata de la explosión social donde participaron los líderes estudiantiles, Camilo González, Moritz Ackerman, Arcadio Guzmán, Chucho Nivia y Vicky ‘la vietnamita’ .
Lo simbólico de esta bella y desgarrada crónica es que, unos días antes de la confrontación entre policías y estudiantes, Matilde tiene una visión desde el cuarto de su casa: en el patio interior sembrado de geranios, ve cuatro gatos blancos.
Unas horas antes de la tragedia, una lluvia de colibríes aparece muerta en el mismo patio.
La literatura comienza cuando un niño grita: “¡Ahí viene el lobo!”, y no aparece nadie”.
La literatura es una mentira que se convierte en verdad.
La tercera crónica, titulada El diario de guerra, se refiere a uno de los locos maravillosos que tuvo Cali en los años setenta y ochenta del siglo pasado. Se llamaba Eugenio Cosme Guerra y se la pasaba repartiendo bendiciones a diestra y siniestra por el antiguo Café de los Turcos y la avenida 6.a.
Su larga letanía que le lanzaba a los peatones terminaba con esta frase lapidaria: “Los paquidermos se han tomado la ciudad”.
Entonces, los lectores comenzamos a ver desfilar por sus páginas, rinocerontes, hipopótamos, tapires y elefantes (blancos).
El libro de Alejandro López cierra con la crónica titulada Detrás de la luna. Es un exquisito texto dedicado al compositor y músico Antonio María Valencia. Allí se cuentan los inicios musicales de uno de los grandes compositores del país, su educación sentimental y las clases magistrales que recibió con el maestro Honorio Alarcón. Cuando el joven Antonio María tocó para el maestro Alarcón La Marcha fúnebre de Chopin, el músico samario le mencionó el concepto de genealogías espirituales y le dijo que, en este sentido, él era bisnieto de Chopin.
En la crónica, Antonio María Valencia se ve a sí mismo, levitando con su piano, en el patio de la casa del barrio Santa Rosa de Cali.