Gran parte de los analistas del reciente paro nacional que ubican sus antecedentes más inmediatos en el ocurrido en noviembre de 2019 coincide en señalar que la famosa ‘Conversación Nacional’, convocada entonces por el gobierno de Iván Duque, supuestamente para tratar de dar salida a las múltiples demandas que le fueron presentadas, no rindió fruto alguno porque a la larga no pasó de ser una distracción para embolatar a quienes en ella participaron, a lo cual tal vez con mucho olfato se negaron los organizadores del movimiento, que reclamaban diálogo con compromisos y no meramente un escenario para hablar paja.
Quienes confiadamente aceptamos la invitación a participar en uno de los temas centrales de la 'Conversación Nacional', el ambiental, a la postre fuimos terriblemente defraudados por el Gobierno Nacional, que terminó poniendo tremendo conejo. En particular, lo que con aspaviento se anunció (incluida entrevista en CM&) e inició por parte del exministro de Ambiente Ricardo Lozano como un proceso que buscaba actualizar y renovar la política forestal nacional, luego fue sin pudor alguno descaradamente desconocido y abandonado por su sucesor, el actual ministro, Carlos Eduardo Correa. El mismo día de su posesión, desde esta columna califiqué dicho proceso, que a la sazón ya se estaba adelantando bajo la orientación de ese ministerio, como un paso en la dirección correcta, y señalé también que tendría que afianzarse con la definición de una hoja de ruta, la ampliación de la convocatoria a diversos actores y la vinculación de otros ministerios. Pero no fue sino que el nuevo funcionario ocupara la silla ministerial para que en seguida pusiera el silvestre conejazo, burlando así a reconocidas organizaciones y expertos que desde meses atrás veníamos asistiendo y aportando ideas en las reuniones convocadas por su predecesor.
Guardamos la esperanza de no haber perdido el tiempo y confiamos (?) en que el próximo gobierno, cualquiera que sea, tendrá en cuenta lo adelantado.
Y hablo aquí de ‘conejos’, porque no es el único. No sobra recordar que ya entre 2009 y 2011 se había desarrollado un proceso de actualización del Plan Nacional de Desarrollo Forestal (PNDF), en el cual tanto el gobierno Uribe en la última parte de su segundo periodo como el gobierno Santos en la inicial de su primer mandato, no tuvieron empacho en hacerles conejo a casi cien organizaciones públicas y privadas participantes, dejando de paso el PNDF en el limbo, en donde aún permanece, violándose así en forma flagrante desde entonces, por el propio Minambiente, la Ley 99 de 1993.
Quienes, además, nos dimos a la tarea de organizar foros y es virtuales públicos para analizar el tema y aportar propuestas al fallido proceso de renovación de la política forestal convocado por la istración Duque, guardamos la esperanza de no haber perdido el tiempo y confiamos (?) en que el próximo gobierno, cualquiera que sea, tendrá en cuenta lo adelantado, examinará los insumos generados y retomará el asunto con espíritu de verdadera concertación democrática, bajo el criterio de que el crucial papel de la gestión forestal sostenible para contribuir a frenar la deforestación, detener la pérdida de biodiversidad y mitigar el cambio climático, demanda un verdadero compromiso de Estado, que debe estar por encima de estratagemas y conveniencias políticas.
Estípula 1: el proyecto de ley que pretende prohibir las plantaciones de eucaliptos, pinos y otras especies “invasoras” en algunas zonas del país es simplemente una burda manifestación de xenofobia ecológica.
Estípula 2: el proyecto de ley sobre ‘incentivo al uso productivo de la guadua y el bambú’ no debe aprobarse si antes no se corrigen sus notorias deficiencias técnicas.
Estípula 3: el proyecto de ley sobre ‘manejo integral del fuego y reducción del riesgo por incendios de la cobertura vegetal’ debió aprobarse, pero insólitamente se hundió “por razones de trámite”.
JOSÉ MIGUEL OROZCO