La presidencia de Donald Trump en los Estados Unidos no debe atribuirse solo a la promoción de su histórica fuerza electoral —el Partido Republicano— puesto que ya diversos sectores, entre ellos serias investigaciones académicas e institutos científicos de diversas corrientes del pensamiento, lo han puesto en duda.
Estos demuestran fehacientemente el influjo de sofisticadas estratagemas, que nutrieron el proceso en algunos estados con grandes sectores de inmigrantes, y pulpos económicos transnacionales que le apostaron a la derecha por intereses personales de corto plazo.
Esta no fue una contienda ordinaria entre dos candidatos de partidos rivales: la verdadera elección fue entre Kamala Harris y los sectores más poderosos de la sociedad norteamericana; no solo la candidata demócrata y su partido, sino también el poder de republicanos con mucha más fuerza que la que otorga el sistema financiero gringo. Es decir, el poderoso juego de alianzas para afianzar sectores dominantes en la cúpula estatal y sus sectores dependientes regionales.
Estas situaciones plantean al tiempo interrogantes sobre el futuro de los numerosos procesos judiciales que pesan sobre la delicada historia político-istrativa de Donald Trump. ¿Qué pasará con sus casos judiciales ahora que ha recuperado la Presidencia?
Aunque su retorno al Ejecutivo le ofrece cierta protección, varios casos, incluida una condena pendiente, continúan su curso y podrían seguir acarreándole problemas con la justicia de su país.
En uno de ellos, para no extendernos demasiado, el caso en el Tribunal Penal de Manhattan, un juicio por supuestamente encubrir pagos de dinero secreto, vinculados con relaciones extramatrimoniales que habría sostenido con la actriz de cine para adultos Stormy Daniels. En Nueva York, el 22 de abril de 2024.
La verdadera elección fue entre Kamala Harris y los sectores más poderosos de la sociedad norteamericana.
En los últimos cuatro años, Trump ha estado parcialmente protegido gracias a la inmunidad concedida por la Corte Suprema y a los múltiples recursos legales interpuestos por su defensa, dificultando los procedimientos en su contra. Sin embargo, el presidente electo de Estados Unidos sigue bajo investigación en tres procesos criminales complejos.
Pasarán varios días, tal vez meses, para identificar un diagnóstico final que explique en detalle los verdaderos alcances de la ‘victoria’ de Donald Trump en las elecciones presidenciales y lo que esta implica tanto para Washington como para nuestro país y para el mundo.
Aun así, muchas de ellas saltan a la vista. Quizá la más impactante de todas es la que se deriva del conteo de votos tanto en los llamados estados bisagra, que definieron estas elecciones, como en el orden nacional.
En este proceso electoral, las grandes corporaciones económicas tuvieron activa y decisiva participación desde la perspectiva de contribuciones económicas y en especie tecnológica para la promoción de la campaña entre los empleados y sus aliados empresariales.
En cierto sentido, la gran sorpresa de estos comicios no fue el triunfo de Trump. A lo largo de la campaña, pero sobre todo en su recta final, las encuestas apuntaban a una cerrada carrera en la que Kamala Harris tenía altas probabilidades de ganar. La sorpresa, por cierto mayúscula, fue la contundencia del logro del triunfador.
Ya sobre la madrugada del miércoles 6 de noviembre se conoció el resultado: el expresidente republicano obtuvo 277 votos en el Colegio Electoral y derrotó a la demócrata Kamala Harris, quien obtuvo 244.
Este resultado ya divulgado le permitió a Trump convertirse en el presidente número 47 de Estados Unidos. Entre tanto, Colombia tendrá que hacer malabares y jugársela hábilmente para evitar que la política pública internacional termine contaminándonos e impactando de forma negativa las reformas sociales que se ha propuesto realizar el presidente Petro en favor de los sectores más necesitados de nuestra sociedad.