Era argentino, bonachón, alegre futbolero, jesuita moderno, de risa fácil y muy amigo de los que sufren en este injusto mundo. Se fue para el cielo el más pacifista de los pacifistas, el argentino y pontífice Francisco.
Su partida de este mundo es una tragedia porque hoy tienen gran poder para la maldad tres sujetos perversos y violentos: el bárbaro israelita Netanyahu, que en 15 meses ordenó bombardear y eliminar a sesenta mil palestinos indefensos en la Franja de Gaza y tierra palestina, hecho brutal que, aunque es respuesta a un feroz ataque terrorista de Hamás, siguen rechazando millones de pacifistas en Israel, en Europa, en USA y Suramérica.
Nos deja el pontífice argentino cuando seguimos amenazados con una guerra nuclear por el siniestro Putin. Sin olvidar al desvirolado Trump, pues hoy ambos juegan con la paz del mundo con penosa irresponsabilidad.
Al partir para la eternidad el santo Papa argentino, se quedan sin defensor los mendigos del mundo, los enfermos humildes, los vaciados, los incómodos para el poder.
El pontífice Francisco usó todo su poder para evitar los miles de crímenes cometidos por el militarismo ruso en Ucrania y por los halcones militaristas en tierra palestina, pero lo derrotó la dupleta Putin y Netanyahu, que no le pasaban al teléfono cuando él los llamaba a suplicarles que no mandaran más toneladas de dinamita mortífera a las casas de los humildes e indefensos en Ucrania y Gaza. Vergüenza, al pontífice no le hicieron caso el violento Netanyahu ni el megalómano Putin cuando les suplicaba parar la guerra contra ucranianos y palestinos, súplica elemental, que no mataran más ancianos y niños con sus bombardeos.
Nos hará mucha falta en este mundo belicista el generoso Francisco, el argentino sabio y pontífice, para que hable a favor de los humildes que viven el pánico de la expulsión en EE. UU. por ser suramericanos con papeles irregulares. Serán expulsados, no obstante tener hijos nacidos en USA y trabajar y vivir allí muchos años.
Lean bien: la expulsión se traduce en salir repudiados, despreciados, sacados como leprosos o apátridas al no tener país. Al partir para la eternidad el santo Papa argentino, se quedan sin defensor los mendigos del mundo, los enfermos humildes, los vaciados, los incómodos para el poder por ser indocumentados y pobres.
Y la realidad este miércoles es preocupante: Petro no se copia con los magistrados y viene una consulta exótica, y colorín, colorado...