Hablábamos del Guainía, “el territorio de muchas aguas” y de innumerables encantos, a propósito de la elección que hizo el COP16 de la flor del Guainía como su emblema.
Muchos de sus caños y ríos son “negros”, de aguas límpidas y brillantes ricas en ácido húmico, fúlvico y tanino, que les dan el color característico. Son ríos nacidos dentro de la selva, porque los que vienen desde la cordillera Oriental son ríos “blancos”, así llamados por sus aguas lechosas, debido a los sedimentos que traen de la cordillera.
Estos ríos son el Meta, el Ariari, el Guayabero, el Caquetá y el Putumayo. En el Guainía hay muchos ríos negros y a la vez rojos, tal como ya se ha explicado. Uno de los tesoros más bellos del Guainía es la Estrella Fluvial del Sur, formada por cuatro poderosos ríos: el Guaviare (blanco) engrosado por el Inírida (negro), el Atabapo (negro brillante) y el Orinoco de aguas leonadas.
Los cuatro forman una cruz visible desde el aire, “la Cruz del Sur”. Al juntarse el Inírida con el Guaviare se nota la diferencia del color de las aguas negras de aquel, con las lechosas de este, que en definitiva “ganan” por ser el Guaviare más caudaloso. El Guaviare mezcla más abajo sus aguas blancas (lechosas) con las negras purísimas del Atabapo y de nuevo “ganan” las blancas del Guaviare. Este reúne más abajo sus aguas lechosas con las color leonadas del poderoso Orinoco, uno de los ríos más caudalosos de la Tierra.
En este punto el Guaviare, engrosado con el Inírida y sus numerosos afluentes y con el Atabapo y sus numerosos caños, aporta más agua al conjunto que el propio Orinoco. Este inmenso amasijo de aguas, de impresionante belleza, ocurre en la frontera entre Colombia y Venezuela, frente al pueblo venezolano de San Fernando de Atabapo en cuya plaza fue fusilado en 1921 el mítico coronel Funes, personaje de La vorágine.
Una excursión al Guainía puede terminar en un remanso de paz que es el lago de Las Brujas, que se encuentra a 10 minutos de Puerto Inírida.
Otro de los paisajes del Guainía, único en el país por sus características, son los cerros de Mavicure. Son tres, dos de un lado y el otro al frente del río Inírida, ubicados tres horas más arriba en lancha desde Puerto Inírida. En ellos, encerrada, según la leyenda, vive una princesa llorando una pena de amor. A uno de los cerros se puede subir y desde su altura se domina toda la inmensidad de la selva, del río y de los dos poblados de indígenas, El Remanso y El Venado.
En ellos viven wuaunanos, puinaves, cubeos, guahibos y curripacos. Al sur de los cerros se encuentra el caño (río) San Joaquín, uno de los más bellos de la región, de límpidas aguas color anaranjado, o té, o cocacola. Bañarse en estas aguas es más que un baño, es un rito cósmico. Los cerros se llaman Pajarito (712 metros), El Mono (480) y Mavicure, (170) el que está al frente de los dos. Ir al Guainía y no visitar los cerros es “pecado mortal”.
Debo decir que yo, viajero de todos los continentes, reconozco que uno de los manjares más exquisitos que he saboreado es el pescado “moquiado” que preparan los indígenas en la selva. Se trata de pescados que tienen pocas espinas y son asados en un fogón a medio metro del suelo. Oh, ¡qué carne más deliciosa, manjar de los dioses de la selva!
Una excursión al Guainía puede terminar en un remanso de paz que es el lago de Las Brujas, que se encuentra a 10 minutos de Puerto Inírida. Navegarlo en silencio irando la selva majestuosa de las orillas es acercarse un poco al paraíso.