Este lunes se posesiona Donald Trump como primer convicto en llegar a la Casa Blanca y como segundo mandatario en regresar a la presidencia de Estados Unidos tras cuatro años de haber salido de ella. Ríos de tinta corren en la prensa mundial sobre lo que será su saga en el puesto más importante del planeta y lo que podría ocurrir con su segundo término en la presidencia. Llueven opiniones sobre sus propuestas para el hemisferio occidental y para el resto del continente, pero todos callan sobre lo que podría pasar con Venezuela.
Elefante en la habitación para el gran elefante del Partido Republicano, cuyo silencio se hace cada vez más sonoro mientras más amenaza a otros países de las Américas: Groenlandia, Canadá, México y Panamá. Cada uno con un plan verbal que lleva a muchos a pensar en la trumpificación de la doctrina Monroe, sinónimo de imperialismo yanqui y de grandes tentáculos continentales del Tío Sam.
Para empezar, comprarse Groenlandia, una gélida isla en el ártico que Donald Trump quiere adquirirle a Dinamarca por la riqueza de sus recursos naturales y por las expectativas de nuevas rutas de navegación que produce el deshielo por el cambio climático. Comprarse Groenlandia así como se compró Alaska hace más de 150 años, para quedarse con materias primas estratégicas como el hierro y el uranio. Necesidad absoluta para la seguridad económica de Estados Unidos, según dijo Donald Trump, quien no descarta el uso de la Fuerza Militar para lograrlo.
Elefante en la habitación para el gran elefante del Partido Republicano, cuyo silencio se hace cada vez más sonoro mientras más amenaza a otros países de las Américas: Groenlandia, Canadá, México y Panamá
Anexarse Canadá, en segundo lugar. Vecino con el que comparten una larguísima frontera y una enorme cultura —ven los mismos programas de televisión, apoyan los mismos equipos deportivos, visten de manera similar y hasta tienen los mismos días festivos— por no mencionar las enormes integraciones económicas en industrias como la de los automóviles y la energética. Amigos y aliados que Trump desea convertir en subalternos y subordinados; el estado 51 de la unión para regresarle a Canadá la seguridad económica y en la frontera.
Contraatacar comercialmente a México, en tercer lugar. Imponerle un arancel del 25 % a todos los productos mexicanos para forzar a las empresas a trasladar su producción a Estados Unidos y como estrategia para obligar al Gobierno mexicano a detener el movimiento de personas y de drogas hacia la frontera. Odio contra México tan grande como su odio contra China, que podría arrancar con el cierre de la frontera sur, seguido de deportaciones masivas.
Tomarse el canal de Panamá, en cuarto y último lugar. Cierre con broche de oro de sus provocaciones sobre el continente y aterrizando su visión de ‘America great again’ con sus nuevas gafas imperialistas, déspotas y agresivas. Cañazo que podría conseguirle privilegiado al canal con tarifas mucho más económicas para los buques cargados de productos norteamericanos en beneficio de su comercio doméstico y a favor de su costo de vida.
Lo raro es que en ninguna de sus pretensiones aparece Venezuela. ¿Por qué el silencio de Trump en esta materia? ¿Tanto miedo le tiene a Nicolás Maduro? ¿O es tan brutal lo que planea realizar, que prefiere guardar silencio absoluto? ¿En dónde quedan sus grandes ambiciones imperialistas frente a la gran reserva mundial de petróleo? ¿Mejor callar para no dañar la operación de las cinco petroleras estadounidenses que sacan hoy petróleo de Venezuela y cargan las refinerías de Texas? ¿No le preocupa la gran amenaza a la seguridad y estabilidad de su patio trasero en Latinoamérica?
Hay tanto en juego que ni siquiera Donald Trump es capaz de referirse a Venezuela, al gran elefante en la habitación con el que arrancó su segunda presidencia.
PAOLA OCHOA
En X: @PaolaOchoaAmaya