¿Cuántas veces has sentido que estás dando lo mejor de ti, corriendo contra el tiempo y tratando de cumplir con todas las expectativas – las tuyas, las de los demás, las del mundo? Y, aun así, al final del día, ¿sientes que no es suficiente? Vivimos en una sociedad que valora el rendimiento por encima de todo, y muchas veces usamos esa presión como combustible para seguir adelante. Pero, ¿a qué costo?
Estas exigencias, ya sean externas o internas, pueden llevarnos a un estado de alerta constante, donde parecer exitosos y controlados por fuera oculta un torbellino de emociones por dentro. De eso precisamente hablé con mi amiga Liliana en un café la semana pasada. Lo que debía ser un encuentro ligero y relajado se transformó en una conversación profunda sobre la presión social, la ansiedad y la búsqueda de aprobación.
Mientras Liliana se desahogaba, me di cuenta de que su historia no era solo suya; también es la de muchas personas que luchan por equilibrar las expectativas sociales con sus propios límites. Y quizás, también sea la tuya.
Sigue leyendo y hablemos de ello.
¿Cuántas veces has sentido que estás dando lo mejor de ti, corriendo contra el tiempo y tratando de cumplir con todas las expectativas – las tuyas, las de los demás, las del mundo? Y, aun así, al final del día, ¿sientes que no es suficiente? Vivimos en una sociedad que valora el rendimiento por encima de todo, y muchas veces usamos esa presión como combustible para seguir.
La semana pasada, me reuní con mi amiga colombiana Liliana para tomar un café. Era una tarde soleada, y el aroma del café recién hecho se mezclaba con el suave murmullo de conversaciones a nuestro alrededor. Elegimos una mesa cerca de la ventana, donde la luz entraba de forma cálida, creando un ambiente acogedor. El plan era celebrar el inicio del año, ese momento que siempre reconforta el alma: conversar con un amigo, compartir historias y emociones. Pero, como ocurre en muchas conversaciones sinceras, el diálogo tomó un rumbo más profundo.
Le estaba contando a Liliana cómo el año 2024 había sido transformador para mí. Le expliqué que, después de una crisis de burnout, tuve que soltar muchas cosas. Me di cuenta de que me sobrecargaba con responsabilidades que no eran mías, asumía presiones externas que asfixiaban mi propio ritmo y terminaba en situaciones que no reflejaban quién realmente era. Cerrar ese ciclo me permitió priorizar mi salud emocional y comenzar el nuevo año con más claridad y serenidad.
Mientras hablaba, Liliana me escuchaba atentamente. Sus ojos alternaban entre la taza de café que sostenía y la ventana a su lado. Cuando terminé, respiró profundamente, bajó la mirada por un momento y, con una sonrisa algo tímida, empezó a desahogarse:
Mi mamá decía que debía tener un cuerpo bonito, mi papá que una mujer necesita tener una buena carrera
"Rebeca, siento que vivo en una constante exigencia. Es como si tuviera varias voces en mi cabeza. Mi mamá decía que debía tener un cuerpo bonito, mi papá que una mujer necesita tener una buena carrera. Y además, está la presión social: tienes que ser delgada, cuidar lo que comes, tener un carro bonito, un apartamento decorado... Parece que eso importa más que quién realmente soy".
Hizo una pausa, moviendo la cuchara dentro de su taza como si organizara sus pensamientos. Luego continuó:
"Siento que siempre estoy corriendo. No sé si vivo para complacer a los demás o para vivir la vida que realmente quiero. Tengo preocupaciones excesivas, pensamientos constantes sobre el trabajo, el rendimiento, mi apariencia... Parece que nunca es suficiente. Incluso cuando logro mis metas, siento que podría haber hecho más. ¿Y sabes qué es lo peor? Ni siquiera puedo creer los elogios. Parece que todo lo que hago es normal, nada extraordinario".
Sonrió levemente, un gesto casi melancólico, y me preguntó:
"Rebeca, ¿qué crees que es esto? ¿Será que voy camino al burnout?"
Dejé mi taza sobre la mesa y tomé su mano por un momento.
"Liliana, lo que describes no parece un burnout aún, pero podría dirigirse hacia eso. Lo que estás enfrentando se llama ansiedad funcional de alto rendimiento. ¿Has oído hablar de eso?"
Ella negó con la cabeza, y continué:
"Es cuando una persona mantiene un alto nivel de rendimiento y parece controlada y exitosa por fuera, pero internamente enfrenta preocupaciones constantes, miedo a no cumplir con las expectativas y un alto nivel de estrés. Este término fue abordado en un artículo publicado por la Clínica Mayo en 2022, titulado 'Managing High-Functioning Anxiety'. Explican cómo muchas personas con este tipo de ansiedad tienen gran habilidad para enmascarar los síntomas, lo que dificulta percibir el impacto real en su salud emocional. Reflexionemos juntas".
Le hice algunas preguntas para ayudarla a entender mejor lo que estaba sintiendo. Le pregunté si sentía que estaba siempre preocupada, incluso sin un motivo claro.
"Sí, Rebeca. Siento que siempre estoy en alerta. Mi sueño es inquieto, me despierto varias veces durante la noche como si estuviera lista para enfrentar algo urgente".
Luego le pregunté:
"¿Y aun cuando alcanzas tus metas, sientes que no es suficiente?"
Suspiró profundamente: "Exactamente. Siempre creo que podría haber hecho más. Incluso cuando mi jefe o mis colegas elogian mi trabajo, no lo creo. Siento que todo lo que hago es lo mínimo esperado".
Finalmente, le pregunté:
"¿Te cuesta reconocer tus logros y celebrar tus victorias?"
Sonrió levemente, pero sus ojos reflejaban tristeza: "Sí, nunca me detengo a celebrar. Siempre pienso que hay mucho más por hacer".
Mientras Liliana se desahogaba, sentí que estaba atrapada en un ciclo continuo de perfeccionismo y autoexigencia, algo tan común y, al mismo tiempo, tan destructivo. Le conté que la ansiedad funcional no es algo raro y que existen maneras de empezar a afrontarla. Le sugerí algunas prácticas:
Tus metas deben estar alineadas con tus valores
"Primero, es importante que identifiques tus valores personales. Reflexiona sobre lo que realmente importa para ti, más allá de las expectativas de los demás. Tus metas deben estar alineadas con tus valores, no con las presiones externas".
Ella asintió, moviendo lentamente su café. Continué:
"Después, empieza a establecer límites saludables. Aprende a decir 'no' a demandas que no aportan a tu bienestar. Y trata de incorporar momentos de atención plena en tu día, como centrarte en tu respiración cuando te sientas abrumada".
También le expliqué que tener una red de apoyo emocional es esencial:
"Busca personas que estén contigo por lo que eres, no por lo que puedes ofrecer o lograr. Y, sobre todo, busca ayuda profesional, Liliana. Un psicólogo puede ayudarte a organizar tus pensamientos y encontrar estrategias personalizadas para lidiar con esta ansiedad".
Ella me miró con los ojos llenos de lágrimas, pero con determinación en su expresión.
"Rebeca, hablar contigo es como ver una luz al final del túnel. Quiero terminar este año 2025 como tú terminaste el 2024: orgullosa de haber cuidado de mí misma y de mi salud emocional".
La conversación con Liliana me mostró cuántas personas están viviendo al límite, cargando pesos que no siempre son suyos, tratando de encajar en expectativas que nunca eligieron. Y quizás tú, o alguien que conoces, también estés en este viaje silencioso, lidiando con la ansiedad de alto rendimiento sin darte cuenta del impacto que tiene en tu salud emocional y física.
Por eso, quiero invitarte a detenerte por un momento y reflexionar sobre lo que realmente importa para ti. ¿Estás viviendo una vida alineada con tus propios valores o atrapado en las presiones externas? ¿Cuándo fue la última vez que descansaste, de verdad, sin culpa?
Si esta historia te tocó o hizo sentido de alguna manera, compártela con alguien que pueda estar pasando por algo similar. A veces, todo lo que necesitamos es una conversación honesta, un gesto de empatía y el reconocimiento de que no estamos solos en este camino.
Cuidar tu salud emocional es el mayor acto de amor que puedes tener contigo mismo – y quizás, como Liliana, esta sea tu oportunidad para empezar.
Rebeca Macedo Duarte
Especialista en Inteligencia Emocional, CEO de Divinamente Speakers USA