En medio de la atiborrada agenda legislativa de reformas y pulsos políticos, pasa de agache un proyecto de ley que es crucial para transformar las realidades de los niños y las niñas más vulnerables, quienes desde los 14 años, legalmente, pueden casarse o irse a vivir con adultos, que casi siempre les doblan la edad.
Colombia todavía permite el matrimonio infantil. Ocupamos un deshonroso puesto 20 en el ranking global de países con mayor número de uniones tempranas de menores de 15 años, amparadas bajo el “libre albedrío de los adolescentes” y el visto bueno de los padres. Pero no existe tal consentimiento. Estas terminan siendo decisiones forzadas por las condiciones psicosociales de los infantes, enfrentados a contextos de pobreza, desescolaridad y violencia.
Los indicadores arrugan el alma. Según la última Encuesta de Demografía y Salud, ocho de cada diez menores de edad que conviven en pareja son niñas, la mayoría de zonas rurales. Y un dato del ICBF muestra que de ellas, el 55 % se dedican al trabajo no remunerado en casa y están por fuera del sistema educativo.
Por eso es fundamental el proyecto de ley 155 ‘Son niñas, no esposas’, que prohíbe las uniones maritales con menores de edad y se tramita nuevamente en el Congreso, luego de ser archivado ocho veces.
Su aprobación es una deuda pendiente con nuestra niñez, tan desprotegida. Es una deuda con niñas como Yoliana Sofía, quien en su comunidad, en La Guajira, ha tenido que ver con terror cómo sus compañeritas y amigas son consumidas por relaciones que cortan sus alas y en las que terminan tan manipuladas psicológicamente, a tal punto que no vuelven a ser las mismas.
En una carta que Yoliana hizo llegar a la Comisión Primera del Senado contó el caso de una de sus amigas que a los 12 años se fue de su casa para vivir con un señor de 30. Esa niña vivió toda clase de violencias, quedó embarazada dos veces y en ambas sufrió abortos provocados por los golpes de su pareja. “De solo recordar su condición no puedo evitar llorar. Por eso les ruego que no nos quiten el soporte legal que tenemos para evitar que casos como estos se repitan o que pasen desapercibidos”, se lee en su testimonio, que se hace visible gracias al programa Valiente, de Profamilia.
Los niños y las niñas merecen vivir su infancia sin responsabilidades que no corresponden a su edad y que les dejarán secuelas irreparables. Las uniones maritales de menores de edad son un abuso. Simple. Sin matices “culturales”. Estamos en mora de prohibirlas y dejar de robarles la oportunidad de ser niños.
Sara Valentina Quevedo Delgado